Los funcionarios del gobierno de EE.UU. todavía se apresuran por confirmar a los asistentes y preparar los anuncios que el presidente Joe Biden hará justo una semana antes de recibir a los líderes del hemisferio occidental en Los Ángeles para la Cumbre de las Américas.
Se trata de un inusual intento de última hora para salvar lo que los funcionarios describieron en su día como un evento de máxima prioridad para las relaciones en la propia vecindad de Estados Unidos. Las ausencias de los líderes más importantes –sobre todo del presidente de México, que amenaza con un boicot– corren el riesgo de socavar la reunión, incluso cuando Biden y su equipo intentan avanzar en cuestiones políticamente delicadas, como la inmigración en la frontera sur de Estados Unidos y el crecimiento económico.
Las autoridades afirman que la cumbre seguirá adelante y han restado importancia a cualquier inquietud sobre quiénes podrían asistir. Han comenzado a ultimar la agenda y el programa de Biden para la reunión, que durará varios días.
Sin embargo, incluso antes de que comience, las disputas organizativas de la cumbre han puesto de manifiesto las desavenencias en una región en la que Biden esperaba reafirmar el liderazgo de Estados Unidos.
La Cumbre de las Américas de la próxima semana será la novena reunión de los países de la región y la primera vez que EE.UU. acoge el encuentro desde que se inauguró en Miami, en 1994. La reunión de naciones, que se extiende desde Canadá, en el norte, hasta Chile, en el sur, ofrece una oportunidad para fortalecer los lazos en un momento de migración histórica y mientras China trabaja sin descanso para hacer incursiones en la región.
Ambas cuestiones son de vital importancia para Biden, que ha planteado la competencia con Beijing como el principal reto para las próximas décadas y ha luchado por controlar los cruces ilegales de las fronteras.
Pero el éxito de la cumbre puede depender de quiénes asistan.
El mes pasado, el presidente Andrés Manuel López Obrador dijo que la participación de México no estará confirmada hasta que EE.UU. invite a todos los países del hemisferio, argumentando que ningún país debe ser excluido de la cumbre.
Funcionarios estadounidenses han dicho repetidamente que los Gobiernos autocráticos de Cuba, Nicaragua y Venezuela no serán invitados a la cumbre debido a su historial contra los derechos humanos. Pero México y otras naciones de la región tienen vínculos más estrechos con esos países y han calificado la decisión como excluyente.
Altos funcionarios de la administración Biden desestimaron el miércoles las preocupaciones sobre la asistencia a la próxima Cumbre de las Américas, destacando en cambio la coordinación en curso entre los países para abordar los problemas regionales.
“Todavía tenemos que hacer algunas consideraciones finales, pero pronto informaremos públicamente sobre la lista definitiva de invitados”, dijo Juan González, director principal para el Hemisferio Occidental del Consejo de Seguridad Nacional, y añadió: “No nos hemos centrado tanto en quién está y quién no está invitado y más realmente en los resultados que queremos conseguir en la cumbre”.
Kevin O’Reilly, coordinador nacional de la Cumbre de las Américas, dijo a los legisladores la semana pasada que Venezuela y Nicaragua no han sido invitados, pero se remitió a la Casa Blanca para saber si se ha invitado a alguien del régimen cubano.
“Esa será una decisión que deberá tomar la Casa Blanca”, dijo O’Reilly al senador Marco Rubio, quien preguntó por la lista de invitados.
La Casa Blanca había estado considerando la posibilidad de invitar a un representante cubano, aunque todavía no ha confirmado ninguna decisión. Cuba no fue invitada a las primeras ediciones de la Cumbre de las Américas, en la década de 1990, pero ha participado en las últimas versiones. El entonces presidente Barack Obama mantuvo un histórico apretón de manos y una reunión con Raúl Castro en la cumbre que organizó Panamá en 2015.
La Casa Blanca se ha negado a revelar una lista de invitados, incluso en los días previos al inicio de la cumbre. Presionado sobre si la escasa asistencia obstaculizaría el impacto de la cumbre, González sostuvo que el encuentro tendrá “buena asistencia” y que la relación con México “seguirá siendo positiva.”
La Casa Blanca se encogió de hombros ante las preguntas sobre por qué se están ultimando los detalles una semana antes de que comience la cumbre.
“Creo que si se ha seguido esta administración durante el último año y medio, una semana no es la undécima hora cuando se trata de cómo se mueven las cosas. Así que eso es toda una vida para nosotros como Casa Blanca”, dijo el miércoles la secretaria de Prensa, Karine Jean-Pierre.
Aun así, pareció reconocer que las preguntas sobre la asistencia habían ensombrecido algunos de los objetivos de la cumbre.
“Sé que siempre hay preguntas sobre las invitaciones, siempre hay preguntas sobre quién viene y quién no, pero también deberíamos hablar y centrarnos en cuál es el objetivo de esta reunión”, dijo.
Las idas y venidas en torno a la asistencia a la cumbre son indicativas de la dinámica cambiante en el hemisferio occidental, ya que algunos países se distancian de Estados Unidos.
Algunos funcionarios estadounidenses han restado importancia a la reticencia de algunos líderes a asistir como un intento de apelar a su base política y han advertido de que no hay que interpretar estas decisiones como una señal de la disminución de la influencia de Estados Unidos.
La administración se ha esforzado por mantener la influencia de Estados Unidos en la región, incluso mediante las recientes visitas de alto nivel de la primera dama Jill Biden y la vicepresidenta Kamala Harris.
El exsenador Christopher Dodd, quien actúa como asesor especial para la cumbre, viajó a Sudamérica y se reunió con funcionarios de Brasil, Chile y Argentina. Tras la visita de Dodd, el Ministerio de Relaciones Exteriores de Brasil confirmó que el presidente Jair Bolsonaro asistirá a la cumbre y planea mantener sus primeras reuniones bilaterales con Biden.
Las relaciones entre Estados Unidos y Brasil son tensas desde que el expresidente Donald Trump, aliado político de Bolsonaro, fracasó en su intento de reelección. El presidente brasileño fue uno de los últimos líderes mundiales en felicitar a Biden tras las elecciones estadounidenses de 2020 y es públicamente crítico con la presión estadounidense para frenar la creciente deforestación de la Amazonia en Brasil.
Inicialmente se mostró escéptico a viajar a Los Ángeles para la cumbre y se ha quejado de que Biden le ignoró cuando se encontraron en el G20, el año pasado. Pero consintió en asistir cuando se le aseguró que no se limitaría a una foto.
Dodd ha mantenido conversaciones similares con otros líderes de la región, incluidas largas conversaciones con López Obrador, aunque todavía no ha conseguido el compromiso del líder mexicano de asistir.
Incluso la asistencia de los países que trabajan directamente con el Gobierno de EE.UU. –y más concretamente, con Harris– sigue estando en duda. Los líderes de Honduras, Guatemala y El Salvador tampoco se han comprometido aún a acudir a la cumbre de la próxima semana, a pesar de que Harris ha trabajado para cultivar las relaciones en la región, incluyendo la asistencia a la toma de posesión de la presidenta hondureña en enero. Harris habló con la presidenta de Honduras, Xiomara Castro, la semana pasada, pero en la conversación no mencionó la cumbre.
Otras naciones, como Chile y Argentina, han criticado la decisión de Washington de excluir a ciertos países.
Los países latinoamericanos han estado discutiendo la asistencia entre ellos, según un alto funcionario guatemalteco.
“Cada país tiene su propio proceso de decisión y argumentos para decir vamos o no vamos”, dijo el alto funcionario guatemalteco. Se espera que Guatemala envíe una delegación a la cumbre, aunque no está claro si el presidente asistirá.
El Gobierno de Biden está preparando una declaración sobre la migración para que los países la firmen y que proporciona un marco para la protección de los migrantes.
“Esta declaración nos va a permitir centrarnos en promover la estabilización de las comunidades que acogen a los migrantes, ayudando a esas comunidades y a los migrantes que acogen, asegurando cosas como el acceso a la documentación legal y a los servicios públicos”, dijo el miércoles a la prensa Brian Nichols, secretario de Estado adjunto para Asuntos del Hemisferio Occidental en el Departamento de Estado.
Los funcionarios también esperan obtener resultados sobre el impulso del crecimiento económico, la coordinación de la recuperación de la pandemia y la lucha contra el cambio climático.
El representante demócrata Joaquín Castro expresó su optimismo sobre la cumbre, incluso si algunos países no asisten. “Podemos hacer que funcione. Tenemos una relación diaria con estos países, pero la cumbre es una oportunidad para que los países se reúnan y planifiquen”, dijo a CNN.
Sin embargo, Castro añadió que los países que aún no se han comprometido “serían echados de menos” si no asistieran.
Sin garantías de quiénes asistirán, no está claro qué peso tendrán las declaraciones de la cumbre.
De viaje por América Latina, la semana pasada, la primera dama, Jill Biden –quien se unirá a su marido en Los Ángeles para la ceremonia de apertura y la cena de líderes– dijo que le habían asegurado que los países que visitó, incluidos Ecuador, Panamá y Costa Rica, asistirían a la Cumbre de las Américas.
La primera dama descartó la posibilidad de un boicot.
“No estoy preocupada”, dijo. “Creo que vendrán”.