En la presentación de Montezuma Revenge, libro de cuentos de Carlos Marín, leí este texto que comparto con los lectores de esta columna:
En un país, el nuestro, una buena nueva debe ser recibida con estruendo. Y no hay mejor buena nueva que un libro.
Montezuma revenge de Carlos Martín Briceño es un libro sin complacencias y sin concesiones.
Carlos es un escritor subversivo. Rompe el orden arcaico tan alabado por pomposos inquisidores. Además, no hay nada más subversivo que la buena literatura. En un país donde las autoridades no leen, puede ser subversivo leer.
Carlos es un escritor cuidadoso. Palabra a palabra ha construido el andamiaje de los cuentos que conforman este libro.
Sus personajes están muy bien construidos, de tal manera que pareciera que los tenemos a la mano, que los podemos tocar; y a veces dan ganas de ayudarlos a salir de su laberinto o de huir de ellos.
Y en ocasiones se queda uno pensando de porque algunas de las historias no tuvieron un final diferente. Pero luego pensamos también de que así es la vida. Porque la literatura es la vida.
En los cuentos está la pulsión de la violencia, esa que nos acompaña toda la vida y que a veces, al doblar una esquina o cerrar una puerta, nos asalta a veces con pudoroso gesto o con implacable furia.
En sus páginas deambula el sexo en toda su alevosía, casi nunca gozoso, casi siempre sombrío, en la frontera de la represión y el delirio.
Sus personajes tienen la carga del tiempo nuestro. Es decir, son nuestros contemporáneos. Por eso los podemos, sino entender, si ubicarlos en su perfil psico-social.
Montezuma tiene un contexto espacial en el Caribe mexicano. Es una historia de la que muchas veces hemos oído hablar o hemos leído. Pero el cuento nos descubre una realidad con su magia, o más bien, nos revela hechos y personajes que son producto de la irrealidad, de la ficción y el sonambulismo de nuestro entorno. Lo real es lo que sucede en la literatura.
Su estilo depurado y desnudo de florituras barrocas, cautiva desde sus primeras líneas.
Estamos en presencia de un escritor que sabe contar historias con un acento propio, con un estilo que tiene la cadencia húmeda del Caribe, esta región del mundo donde los tiempos se confunden y las memorias se arrejuntan en conjuros y en ritos milenarios.
Leer es un acto de amor. Los que leen están fundando un mejor porvenir.
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