Se viven tiempos complejos en todos los ámbitos de la vida: en lo económico, en lo social, lo político y lo cultural.
Los jóvenes no encuentran un futuro de certidumbre. El mensaje que reciben los jóvenes está impregnado de violencia y de confusión.
La familia, antes un sólido pilar de la sociedad, ahora se encuentra en un grave declive.
En ciudades conformadas en un anárquico proceso migratorio como Cancún y Playa del Carmen, la cohesión social es un tema pendiente de la agenda pública.
¿Cómo influye este fenómeno de la falta de identidad comunitaria y de sentido de pertenencia en el destino de nuestras sociedades?
Destacados especialistas han abordado este tema desde un punto de vista académico para tratar de desentrañar las raíces, las causas y las consecuencias de la vida fragmentada de un numeroso sector de la sociedad. Pero hace falta más para entender el fenómeno de la violencia.
Este rompecabezas no sólo debe ser analizado desde la óptica de la crisis económica, social y cultura, sino también desde el sicológico. No hay que caer en la tentación de criminalizar la pobreza. Los pobres son las victimas. Los verdaderos delincuentes, los que inducen a los pobres a delinquir, los que convierten a los jóvenes pobres en sicarios, los que los empujan a la drogadicción, viven en mansiones del tamaño de su riqueza y no en las colonias populares.
Habría que analizar las conductas antisociales que trastocan la convivencia comunitaria. Un factor pueden ser las condiciones deplorables de muchos fraccionamientos de las regiones populares de Cancún, las zonas invadidas y la descontrolada migración,
Analizar estos fenómenos tiene que incidir necesariamente en los temas de la conducta y de la vida espiritual, debilitados de manera notoria en nuestras sociedades en todos los niveles.
No es posible cerrar los ojos ante estos fenómenos de violencia abierta y soterrada que se viven en diversas y sensibles partes del cuerpo social.
No se trata de condenar o de rasgarse las vestiduras, sino de comprender y analizar el fenómenos para tomar una postura.
Lo que no se entiende no se le puede encontrar vías de solución.
Ante la confusión, buscar claridad.
Se trata de buscar síntomas que contribuyan a un diagnóstico.
Circunscribir el aumento de la delincuencia al mal funcionamiento de las policías, lo que es verdad, es empobrecer el análisis.
No se trata de magnificar ni de minimizar, sino de darle su justa dimensión a la crisis social que se vive y se sufre en diversos sectores de la comunidad.
Hay quienes pretenden dar recetas elaboradas no desde el fogón de la vida sino desde la frialdad de un despacho. El hecho es que nuestra sociedad se encuentra en una severa encrucijada, y donde todos tienen mucho que hacer desde su particular trinchera. Antes que sea demasiado tarde.