Ciudad de México, 15 de febrero.- Pedro Pablo Elizondo Cárdenas, Obispo Prelado de Cancún, anunció la elevación de la Prelatura a Diócesis, decisión que fue concedida por el Papa Francisco.
La diócesis es —en el derecho latino— la figura jurídica principal de la Iglesia particular, es decir, el modelo más completo y acabado de organización jurídica de la Iglesia para la plena cura pastoral. Es la circunscripción que se erige, en circunstancias ordinarias, en los lugares en que la Iglesia está lo bastante implantada para que se puedan constituir al menos los elementos principales de la estructura diocesana. El CIC regula detalladamente los oficios y organismos que integran la organización interna de la diócesis.
La prelatura territorial o la abadía territorial es una determinada porción del pueblo de Dios, delimitada territorialmente, cuya atención se encomienda, por especiales circunstancias, a un Prelado que la rige como su pastor propio, al modo del Obispo diocesano.
El prelado territorial gobierna su circunscripción con potestad propia, no vicaria, pero con jurisdicción cuasiepiscopal, ya que no corresponde a la naturaleza de estas circunscripciones la plena capitalidad episcopal propia de la diócesis. Ordinariamente, el prelado territorial es consagrado obispo, y se le otorga el título de la prelatura (Obispo), no el de una antigua diócesis extinta, como en el caso de otros obispos titulares.
Para aquellos nuevos en la fe existen innumerables palabras en el catolicismo que resultan confusas. Una de ellas es la palabra ‘diócesis’. ¿Qué significa?
El término deriva de la palabra griega dioíkēsis, que hace referencia a la administración del hogar familiar. En el Imperio Romano, la palabra se usaba para denominar a un territorio gobernado por una ciudad central. A medida que el Imperio fue cristianizado, los obispos emplazados en estas ciudades adoptaron naturalmente el término para describir la región bajo su gobierno.
En los primeros comienzos del cristianismo, los obispos actuaban más bien como párrocos. Las comunidades cristianas eran pequeñas, presentes solo en un puñado de ciudades y había suficientes obispos como para administrar cada comunidad individual. Con la extensión del cristianismo, los obispos se vieron incapaces de atender todas las necesidades espirituales de las almas en cada región determinada, así que ordenaron sacerdotes para que fueran asistentes locales. Estas comunidades dirigidas por sacerdotes se conocerían más tarde como parroquias.
Cada región, compuesta de un obispo en una ciudad principal con una serie de parroquias por todo el ámbito rural, llegó a conocerse como ‘diócesis’. Este término sigue usándose hoy día y, de forma similar a las parroquias, cada diócesis tiene un área geográfica específica.
Cuando un obispo es puesto al cargo de una diócesis particular, asume la responsabilidad de las almas dentro de sus límites. Su función es hacer todo lo posible para garantizar que todas las almas tengan acceso a los sacramentos y que se cumplan las leyes de la Iglesia. El obispo es la autoridad local en todas las cuestiones de la Iglesia y es responsable de preservar la fe apostólica.
Es importante que cada católico sepa en qué diócesis reside actualmente y que conozca los límites de la misma, en especial cuando se mude a otra ubicación. Cuando una persona se muda a otra diócesis, está confiando al obispo correspondiente el cuidado general de su alma. Por encima de todo, el obispo es tu pastor local y necesita en gran medida de tus oraciones. Su labor no es fácil y deberíamos recordar siempre las dificultades con las que tiene que lidiar a diario.
Una archidiócesis, cuya palabra se forma con el prefijo griego que indica ‘preeminencia’ o ‘superioridad’, es una diócesis que incluye a una ciudad de mayor tamaño con una gran población católica. Una archidiócesis está al cargo de un arzobispo y el arzobispo con la mayor diócesis en una región es conocido como un arzobispo metropolitano.