La herencia panista

Entre 2005 y 2009 Quintana Roo enfrentó los embates de tres huracanes y de una pandemia, la ocasionada por el virus de influenza H1N1, que causó tanto o más daño que cualquiera de los mencionados fenómenos meteorológicos.

“Emily” en agosto de 2005, en el centro del estado; “Wilma”, en octubre de ese mismo año, en el norte, con especial énfasis en Cancún y “Dean”, que destrozó el sur quintanarroense en agosto de 2007, pusieron contra la pared a Quintana Roo.

Sin embargo, a pesar de las omisiones de los gobiernos federales del PAN, el de Vicente Fox Quesada y el de Felipe Calderón Hinojosa, la infraestructura turística y los servicios públicos se rehabilitaron muy rápido. Incluso, organismos internacionales se maravillaron por la forma en la que los destinos turísticos quintanarroenses se pusieron de pie casi de manera inmediata, cuando ciudades estadounidenses afectadas por los mismos fenómenos quedaron, por lo menos, a oscuras varios meses.

Lo mismo ocurrió con la influenza H1N1, cuyo manejo se salió de las manos al gobierno de Felipe Calderón. En su momento especialistas afirmaron que se apresuró en declarar la emergencia, sin tomar en cuenta las graves consecuencias económicas que tendría para la industria turística.

El Caribe mexicano prácticamente cerró al turismo. La mayoría de los hoteles dejó de funcionar, no se vendían paseos para ningún sitio y, como ocurrió luego del paso de los huracanes, la inactividad económica significó que el gobierno del estado dejara de recaudar impuestos.

Sin embargo, aún sin ingresos, el gobierno debía hacer lo necesario para salir del apuro, estaba obligado a prestar todos y cada uno de los servicios públicos a los que está acostumbrada la población y, sobre todo, tenía que garantizar la seguridad, evitar que el crimen organizado sentara sus reales como lo hizo en otras zonas del país.

¿Y cómo se iba a hacer todo eso sin el apoyo federal y sin la recaudación propia? Se tuvo que contraer préstamos bancarios, con la confianza de que serían cubiertos en cuanto el gobierno federal terminara los trámites engorrosos para liberar los recursos del Fondo Nacional de Desastres (Fonden), y autorizara también recursos “extraordinarios”.

Sin embargo, no los hubo y como los delegados federales panistas tenían intereses políticos y pretendían exhibir como inoperante al gobierno local ante la población, pusieron su granito de arena a los desastres y eliminaron de la lista de zonas dañadas a comunidades enteras, se negaron a avalar daños en diversos cultivos, por lo que la administración estatal tuvo que dar la cara, aún cuando carecía de los recursos para ello.

Los estragos de la naturaleza, exponenciados artificialmente por los gobiernos federales panistas, son los que ahora tienen en una difícil situación a la administración estatal, que busca la manera de hacer ajustes, para seguir atendiendo las necesidades de la población.

Fuera de los discursos, los gobiernos federales panistas no le dieron prioridad a la industria turística. Incluso, Felipe Calderón desdeñó al Caribe mexicano y decidió apoyar a regiones del Pacífico en los que tiene intereses.

A pesar de que en ese período Quintana Roo captaba más de 5,000 millones de dólares anuales, casi cuatro veces el presupuesto estatal más la captación de impuestos federales como ISR e IVA, nunca hubo consideración especial para el estado que, por el otro lado, siguió captando migrantes de otras zonas del país donde los gobiernos “del cambio” y “del empleo” fueron incapaces de generar riqueza.

Aún con la pesada losa heredada por acciones de los gobiernos federales panistas, Quintana Roo sigue siendo un proyecto viable, donde se rompen récords en captación de turistas y de divisas, que goza de paz social y de una seguridad que hoy envidiarían los habitantes de Michoacán, la tierra del ex presidente Felipe Calderón y Guerrero, por ejemplo, donde los ciudadanos han tenido que organizarse para defenderse, ante la falta de capacidad de sus gobiernos.

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