Los contrapesos políticos son esenciales en un sistema democrático. En nuestro estado ese sistema se pervirtió cuando el clientelismo político se apoderó de las campañas electorales y los mecanismos de cooptación substituyeron al debate de las ideas y la confrontación de programas y proyectos.
Quintana Roo luchó por el autogobierno y se logró el ocho de octubre de 1974. Sin embargo, el sistema de partido hegemónico –el PRI- degradó la vida política al convertirla en asunto de lealtades y complicidades facciosas. La corrupción gangrenó la vida pública y prostituyó el ejercicio político, al grado de que desde el gobierno del Estado se dirigía la trama para el desfalco y el saqueo. Un verdadera ingeniería delincuencial difícil de desarmar para enjuiciar a los culpables.
Durante varios años la sociedad quintanarroense quiso sacudirse el lastre de los políticos entregados al saqueo. Políticos que abandonaron sus responsabilidad de propiciar el desarrollo del Estado para dedicarse a los “negocios”. La sociedad quintanarroense, particularmente la de la capital del estado dio un golpe de mano el cinco de junio.
Borge no estuvo sujeto –por cooptación, léase dinero, o por temor, léase amenazas abiertas o veladas- a un escrutinio público de sus actos de gobierno. Los partidos que debieron ser de oposición guardaron cauto y medroso silencio, así como la inmensa mayoría de la prensa. Los dirigentes locales del PAN y del PRD que voltearon para otro lado con tal de no ver las tropelías de Borge, hoy tienen suculentas posiciones en el gobierno aunque se opusieron a la Coalición que llevó a la victoria a Carlos Joaquín González. No hay que olvidar que la Alianza electoral, que a la postre resultó ganadora por el hartazgo de la sociedad, se tuvo que pactar en la capital del país por las dirigencias nacionales de ambos partidos. A la prensa, se dice, ya no se le paga para que hable bien del gobierno ni para que se calle la boca ante presuntos errores u omisiones.
En las elecciones del cinco de junio la mayoría de la sociedad quintanarroense votó no sólo por un cambio de gobierno sino por mayores espacios de libertad y de crítica al poder. Sin embargo, hay zombis que reaccionan airados cuando se critican algunas acciones del nuevo gobierno. Se supone que ya pasaron los tiempos del autoritarismo y de la descalificación a ultranza. Un poco de tolerancia y de respeto a las ideas distintas no nos caería mal. Son tiempos de cambio. Ojala irreversibles.
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