Mientras las campañas están centradas en los temas de siempre, la gente de Cancún vive un estrés agudo por la inseguridad que está en todas partes. Mientras las campañas siguen su curso, la inseguridad está ganando la batalla.
La gente tiene miedo de salir a la calle; se ha perdido el gusto de caminar por los parques y los jardines, donde los hay. Se ha perdido la costumbre de reunirse en las esquinas a, simplemente, mirar pasar el tiempo mientras se conversa.
Pero también hay otros tipos de miedo. No sólo a la delincuencia.
Se tiene miedo de perder el empleo, que es lo peor que le puede pasar a alguien en un momento como el que vivimos.
Hay miedo de que algo peor que lo que vivimos pueda suceder. Esto es grave porque significa que ya se está perdiendo la esperanza, que es lo único que queda a los habitantes de un país maltratado como el nuestro.
Este es un fenómeno nacional. Este es un país que está perdiendo la alegría; la alegría de vivir en un maravilloso país como el nuestro; maravilloso por su cultura, por su historia, por sus bellezas naturales, por su música, por su colorido, por sus artistas que nos han dejado un prodigioso legado en murales deslumbrantes.
El miedo de apodera de las miradas, que ven de un lado a otro con marcada desconfianza.
Hay miedo por el hoy, por lo inmediato; y miedo por el mañana incierto.
El miedo se siente en todas partes. Los poderosos de la economía y de la política andan con guaruras, con escoltas fuertemente armados; y esa seguridad que ellos tienen es la señal del miedo.
¿Cuándo nació el miedo? El miedo que se siente por todos lados como una ominosa sombra no surgió de la nada. Comenzó a reptar en el alma de la gente cuando se abandonaron las políticas de corte social, y cuando la corrupción se generalizó y se volvió parte de la cultura política del país.
El tema de la inseguridad es grave y no debe tomarse a la ligera diciendo que son hechos aislados. La inseguridad ya es el pan de todos los días y en todas partes. Algo tienen que hacer las autoridades responsables. No pueden cruzarse de brazos ni cometer la irresponsabilidad de aprehender a chivos expiatorios.
No es cuestión de desgarrarse las vestiduras sino de tomar acciones de corto y mediano plazo. Mientras la sociedad tampoco puede cruzarse de brazos.