La participación de la mujer en la vida pública del país la ha enriquecido, le ha dado una nueva dinámica y una proyección al futuro. Sin embargo, en la mayoría de los partidos ha prevalecido la política de las cuotas y del nepotismo. Hasta ahora, salvo contadas y loables excepciones, la participación de la mujer en la vida política sólo ha significado cambios cosméticos en la mayoría de los casos.
La participación de la mujer pudo haberle dado un nuevo sentido y una nueva proyección a la vida pública. No ha sido así, desgraciadamente.
Es mucho lo avanzado para que la mujer alcance el nivel, el papel y la dimensión que merece, pero es mucho también lo que hace falta para hacer valer sus derechos y de fortalecer sus conquistas políticas, sociales, económicas y culturales.
Las mujeres han sido protagonistas de su propia historia. Ninguno de sus derechos sociales alcanzados han sido fruto del azar, sino que han sido consecuencia de sus propia lucha. Las mujeres han luchado por su emancipación en condiciones difíciles y hasta hostiles.
La mujer ha sido y es el baluarte de la transformación urbana y de la integridad familiar y, en consecuencia, de la cohesión social. Todo esto es verdad.
Sin embargo, la participación de las mujeres en la política y particularmente en las elecciones se ha prestado a toda clase de rejuegos de poder y de simulación.
En tiempos recientes se legisló para que la equidad de género en el tema electoral sea una realidad. Este nuevo panorama se ha prestado a toda clase de confusiones y manipulaciones no sólo conceptuales sino emocionales. En la mayoría de los casos, el PRI ha postulado a incondicionales y a personas sin la debida capacidad y trayectoria.
Se habla de lo vertical y lo horizontal. Pero prevalece el criterio de la horizontalidad a la hora de seleccionar a las candidatas. Así es en la mayoría de los casos.
Porque es un hecho que en todos los partidos políticos los que deciden las candidaturas son las cúpulas, no los militantes. Mientras la democracia interna es una falacia en los partidos.
Los factores que se toman en cuenta para la designación de candidatas no son los de la capacidad, la experiencia y la vocación de servicio, sino la de lealtades, y de pactos y sumisiones inconfesables que son lo contrario de la equidad proclamada.
Es inobjetable que debe existir equidad en todos los espacios de la vida pública. Pero real y no manipulada.
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