Hace unos días, la XVII Legislatura de Quintana Roo, aprobamos el Informe General Ejecutivo de la Cuenta Pública de 2021 de la Auditoría Superior del Estado de Quintana Roo, que corresponde solo a ese año que gobernó la alianza PRD-PAN en Quintana Roo, por lo que siendo el año previo “al año de hidalgo” llama mucho la atención el desorden, la falta de organización y el desaseo de ese gobierno.
Este tipo de situaciones se han replicado una y otra y otra vez, tanto en lo local (de Borge ya mejor ni hablamos) como en lo federal. Es así que, desde que yo recuerdo, desde finales del sexenio fatídico de José López Portillo, el que nos hizo llorar tocando nuestras obras más sensibles al jurar a los cuatros vientos que sería un férreo defensor del peso y que los haría, así lo dijo, como un perro.
Y sí, más periodiqueado que un perro en taqueríaquedó ese presidente después de no saber administrar la riqueza para todos, pero sí para él y Sasha Montenegro. Pero esto se repitió con Miguel de la Madrid y su falacia de la reforma moral, con Carlos Salinas y su mega crisis de tres ceros más el “Fobaproa”; con Ernesto Zedillo y el error de diciembrey la continuidad del “Fobaproa”; con Vicente Fox y su famoso caso de “Los amigos Fox” y el encubrimiento del “Pemexgate”, con Felipe Calderón y su barda o su suavicrema millonarias, y con Peña Nieto y el destrozo institucional y financiero de México.
En suma, México eternamente h asido un papis hundido en crisis y en corrupción posrevolucinaria en donde el dinero público se administra con deficiencia sin que las contralorías, las fiscalías anticorrupción y o los tribunales de justicia administrativa cumplan con su función para hacer justicia y se repongan esos recursos que fueron sustraídos del pueblo. Con Peña Nieto en el Pacto por México, que se parece más a la figura de los amigos de Fox, se creó el Sistema Nacional Anticorrupción; sin embargo, cada vez que analizan los resultados de una administraciónparecería que están dando los resultados del gobierno saliente de Noruega.
Sin lugar a equivocarme, la organización es un concepto muy complicado para los mexicanos, ya que, como nación, grupo o individuos, no hemos tenido jamás un ejemplo de autoridad que nos marque el rumbo como sociedad hacia el orden y con ello, generar una correcta organización personal de nuestras ideas, de nuestros intereses, de nuestros proyectos, jerarquizándolos de alguna u otra manera, y por ende, si en lo público esto no sucede, el porcentaje de familias que viven y promueven la organización interna con reglas claras es muy escaso, por lo que, como familias y como nación, México es un ente totalmente desorganizado, y parte de ello, es el contenido de dicho informe.
Para Schlesky, citado por Slavoj Zizek en LacrimaeRerum, “la gran mayoría de la gente no está en condiciones de asumir una radical desmitificación de su existencia y necesita una mentira reconfortante, una apariencia de estabilidad y autoridad”. Con lo que, para las masas (y lo vemos en política) es más fácil asumir una mentira y vivirla, que crecer dentro de un esquema de responsabilidad, por lo tanto, es fácil aducir que fue una instrucción superior, aunque me cueste la libertad, que tomar las riendas de mi responsabilidad y hacer lo correcto.
Un ejemplo de la realidad y/o mentira reconfortante que decidimos asumir como gobernados, de acuerdo con Byung Chul Han en su obra Psicopolítica, es que “hoy los políticos acusan endeudamiento de qué su libertad de acción esté enormemente limitada. Si estamos libres de deuda, vale decir, si somos plenamente libres, tenemos que actuar de verdad. Quizá incluso nos endeudamos permanentemente para no tener que actuar, esto es, para no tener que ser libres ni responsables”. Y con ello, podemos culpar constantemente al pasado o al que nos endeudo moral, económica y políticamente como país o como administración específica para no tomar decisiones, y “nadar de muertito” sin dejar de vivir del presupuesto, como narró en su momento José Agustin en su Tragicomedia Mexicana 1.
Desde mi perspectiva, la organización implica responsabilidad de hacer y de no hacer, y cada acción conlleva una consecuencia, desde el regaño por no haber hecho la tarea o recogido el closet, hasta la responsabilidad administrativa por no haber seguido el control organizacional de un ente público o privado, lo que incluye que no sepamos donde están cientos demillones de pesos en una barda, o que no haya resultados después de todo lo descubierto en el caso ODEBRECHT, nos coloca en una eterna agonía jurídico-administrativa fundamentada en el clásico “no pasa nada”.
El seguir un orden y fomentar una vida o un entorno organizado, genera responsabilidad y esa es la palabra a la que la mayoría de los mexicanos resultan alérgicos. En un mundo ideal, con sujetos, con familias, con grupos, con entornos y con gobiernos organizados, nos colocaría seguramente en un nivel superior en lo individual, en lo académico, en lo moral, en lo social y en lo político. Pero mientras tanto, como dice el gigante Úbeda, Joaquín Sabina, ”la vida siguió como siguen las cosas que no tienen mucho sentido…”