El rompimiento del PRD con el PAN y el PRI en Quintana Roo no es solo un desenlace político, sino un triste reflejo de la decadencia que ha sufrido este partido a nivel nacional.
Este quiebre no es simplemente un acto unilateral, sino una muestra de la falta de respeto y consideración que ha recibido el PRD por parte de los dirigentes nacionales de los otros dos partidos, Marko Cortés y Alejandro Moreno Cárdenas, que se sirvieron con la cuchara grande, para protegerse de la anunciada derrota en la elección presidencial.
Jesús Zambrano, líder del PRD, ha capitulado ante las migajas que el PAN y el PRI le han otorgado, olvidando la relevancia que tuvo su partido en épocas pasadas.
La falta de liderazgo y fuerza para negociar ha dejado al PRD en una posición de vulnerabilidad, condenándolo a una desaparición justo en el calendario en que cumple 35 años de existencia.
Lo que alguna vez fue un partido histórico y protagonista en las reformas políticas de México, hoy se encuentra en sus estertores finales. El PRD no supo renovarse a tiempo ni fortalecer sus liderazgos, y ahora paga las consecuencias de una gestión anacrónica.
Es evidente que el PAN y el PRI han abusado de su débil contraparte, asegurándose sus líderes su propia supervivencia política más allá del 2 de junio próximo, pase lo que pase en la elección presidencial.
Lo que más ocupa a los dirigentes nacionales y locales de estos partidos es proteger sus intereses personales. Negociar ante quien sea para obtener beneficios particulares. Lo que menos les importa es el proyecto nacional.
Jesús Zambrano, un veterano político ya desgastado, parece más interesado en proteger sus propios intereses que en revitalizar al PRD. El ya obtuvo migajas, ya aseguró su sobrevivencia política al menos por otros seis años más y lo demás no le interesa.
Sus pleitos con los referentes que le quedan al PRD, como Luis E. Cházaro, Silvano Aureoles y Miguel Ángel Mancera, a quienes hizo a un lado en repartición de las miserias que le dejaron Marko Cortés y “Alito”Moreno, debilitaron su ya de por sí menguada capacidad de negociación.
Quedó a merced de los dirigentes del PAN y el PRI.
En el ocaso de su existencia legal, el PRD enfrenta no solo el rompimiento en Quintana Roo, sino la desconfianza y desinterés que ha cosechado por su propia ineficacia en el país.
La trágica historia del PRD es un recordatorio de que, en política, la resistencia a la renovación y la falta de liderazgo son sentencias de muerte.
Lo que ocurre en el PRD es un llamado de atención para otras fuerzas políticas que corren el riesgo de sufrir un destino similar,
si no aprenden de estos errores.
Correo: silvacetina@palcoquintanarroense.com.mx
X: @JulioCsarSilva | @PalcoNoticias