La completa renovación del aparato institucional comunitario, la presencia de signos favorables en materia económica y la ausencia de elecciones de gran calado, permitirán a la Unión Europea (UE) arrancar el año 2020 con cierto optimismo.
El nuevo equipo de la Comisión Europea, encabezado por la alemana Ursula von der Leyen, tratará de canalizar esa idea con dos grandes iniciativas, que en principio serán activadas en el primer trimestre.
La primera de ellas, el llamado Pacto Verde, pretende fortalecer el papel global de la UE, particularmente frente a otras potencias y la creciente inercia hacia un mundo multipolar.
La comunidad ambiciona recuperar el liderazgo de la lucha contra el calentamiento global, haciendo del continente el primero climáticamente neutro en 2050. El primer paso es reducir las emisiones contaminantes en al menos 40% para 2030 con relación a 1990.
“La nueva Comisión von der Leyen busca utilizar el cambio climático para apuntalar las ambiciones de liderazgo de la UE”, señalan en un análisis Christian Egenhofer y Milan Elkerbout, expertos del Centre for European Policy Studies.
No obstante, “el que no se lograra un resultado satisfactorio en la COP25 (Conferencia Climática) de Madrid, pone de manifiesto lo difícil que será para la UE responder a la pregunta de qué significa ese liderazgo, y especialmente cómo puede garantizar que otros la sigan”.
La otra gran iniciativa consiste en el lanzamiento de la Conferencia sobre el Futuro de Europa, la cual durará dos años.
“Ante el estallido del populismo, el creciente escepticismo hacia las élites y la brecha de representación percibida por los habitantes de la comunidad, se necesita con urgencia”, sostiene Dominik Hierlemann, de la Fundación Bertelsmann.
La Comisión pretende con la convocatoria ir más allá del examen sobre el estado de la Unión y el futuro de la integración europea; anhela acercar a la gente con el proceso comunitario y generar momentum para una mayor integración.
Hierlemann asevera que para alcanzar las metas prestablecidas, la participación ciudadana debe ser cuidadosamente diseñada, así como guiada de manera inteligente. De lo contrario, advierte, terminará siendo un mero ejercicio de comunicación, en perjuicio de la democracia europea.
Escenario vertiginoso
El segundo semestre del año será vertiginoso. Para entonces el Reino Unido se habrá marchado de manera definitiva —el 31 de enero es la fecha prevista— y las negociaciones para reemplazar más de 45 años de integración estarán transitando por la parte más tortuosa del sendero.
La negociación de la relación futura deberá concluir antes de que finalice el año. Los expertos señalan que en tan limitado tiempo, el único acuerdo posible es uno que alinee al Reino Unido con las normas de la UE, en ámbitos como medio ambiente y derechos del consumidor, lo cual parece improbable considerando que el premier Boris Johnson ambiciona con romper radicalmente con el acervo comunitario para tener plena libertad de hacer acuerdos comerciales con terceros países.
La incógnita está en si Johnson cederá ante los intereses comerciales y la fracción más moderada de su partido Tory, o se inclinará por la bancada conservadora más radical, dispuesta a que el Reino Unido se retire sin acuerdo y aplicando como medida de contingencia las normas generales de la Organización Mundial del Comercio.
Otro asunto que terminará consumiendo la energía de la UE será la adopción del presupuesto colectivo para el periodo 2021-2027, cuyo plazo se vence este año.
Resulta particularmente conflictivo por el hueco presupuestal que deja la retirada del Reino Unido, uno de los mayores contribuyentes a las arcas comunitarias: Londres paga al año 10 mil millones de euros más de lo que recibe.
Genera tensión el plan de reorientar los recursos al financiamiento de nuevas prioridades, como la transición ecológica y digital.
Bruselas quiere hacerse de recursos comprometiendo a los 27 miembros de la UE a que aporten lo equivalente a 1.11% del PIB, en lugar de 1.02% que conformó el presupuesto de los últimos siete años.
La confrontación que se avecina no será protagonizada sólo por los que piden austeridad —Alemania, Austria, Suecia, Países Bajos y Dinamarca—, también por los que se resisten a desviar fondos de las partidas tradicionales como la política agrícola común, España y Francia; y los fondos de cohesión, Bulgaria, Croacia, Chipre, Portugal entre otras naciones.
En política exterior, será un año crucial para las relaciones con Rusia, China y Estados Unidos. Queda por ver si Donald Trump mantiene en año electoral la tregua de una eventual guerra comercial con Europa, y si la UE y Beijing son capaces de concluir un ambicioso tratado de inversión en medio de disputas sobre derechos humanos y la guerra tecnológica emprendida por el gigante tecnológico Huawei, que ambiciona explotar el mercado 5G europeo.
En cuanto a Rusia, el presidente francés, Emmanuel Macron, continuará esforzándose por restaurar las relaciones. París quiere mantener a Moscú lejos de una eventual alianza con Beijing.
Para que la canciller alemana, Angela Merkel, acepte suprimir las sanciones europeas que tienen alejada a Rusia, el presidente Vladimir Putin deberá mostrar una voluntad genuina por resolver sus diferencias con Ucrania por la anexión unilateral de la Península de Crimea y la crisis separatista en la región de Dombás.
También deberá permitir que un tribunal internacional castigue a los responsables del derribo del vuelo comercial MH17 y que costó la vida de 298 personas.