En cada inicio de administración municipal el presidente entrante se promete a sí mismo, y así lo expresa a sus colaboradores, ser mejor que su antecesor y eso es bueno porque muestra que tiene ganas de trabajar por la comunidad y ser recordado como un gobernante que durante su gestión se hicieron obras y acciones por las que será bien recordado.
Pero el poder pesa y el ego aún más. En ese deseo interno de ser mejor, de procurar dejar huella en alguna de las tantas necesidades de la población, se descuidan otros aspectos que al final es por lo que se le recuerda, porque no se puede hacer todo lo que la ciudad necesita en tan poco tiempo y con tan pocos recursos.
Así le pasó a Julián Ricalde. Nadie pone en duda que las calles con concreto hidráulico son una gran obra y benefician a muchos de los habitantes de Cancún. Será recordado por eso durante algunos años, hasta que la gente se acostumbre a vivir con ellas. Eso es inevitable.
Pero al utilizar tantos recursos para cumplir solo con esa gran meta que se fijó, descuidó otros aspectos de su administración y ahora se da cuenta, cuando ya no tiene tiempo ni manera de remediarlo. Pese a las declaraciones del tesorero Leonel Sauri Galué y a tantos reconocimientos por el manejo de las finanzas, la verdad está saliendo a flote conforme avanza el proceso de entrega de la administración y se acerca la fecha en que tendrá que entregar la estafeta a Paul Carrillo.
Tal vez ahora se estará preguntando qué pasó, porqué sus colaboradores cercanos no le dijeron, no le previnieron de la situación financiera del municipio. Porqué la Contralora, gente de sus confianzas que supervisa los movimientos mensuales de la tesorería no le advirtió a tiempo. Lo mismo se podría decir de tantos asesores en materia de finanzas.
Ni qué decir de los regidores y la actual síndico, María Guadalupe Leal Uc. Quizás ahora se pondrán a leer el artículo 125 de la Ley de los Municipios del Estado, que establece las facultades y obligaciones del Tesorero Municipal y que en su fracción 9 señala: “Presentar al Ayuntamiento, dentro de los primeros quince días de cada mes, la cuenta del mes anterior para su glosa y hacerlo del conocimiento de los habitantes del Municipio”.
La verdad es que los recursos con que se hicieron las obras que presume Julián debió utilizarse para pagar a proveedores, contratistas y demás empresas que confiaron en él y ahora están en las largas listas de cuentas por pagar. La misma historia ocurrió con SIRESOL, la empresa que creó como una paramunicipal modelo y que hoy apenas iniciando operaciones ya tiene un pasivo de más de 80 millones de pesos y paros de las empresas recolectoras contratadas por falta de pago.
Apenas es la punta del iceberg de la deuda que está emergiendo. Ya el síndico electo José de la Peña dio a conocer que al mes de mayo la deuda registrada en la contabilidad era de cerca de 390 millones de pesos y con seguridad ha venido creciendo y no se sabe a cuánto ascenderá al concluir este mes. A esto habrá que sumar las facturas que no están registradas en la contabilidad y que irán apareciendo a partir de octubre. Esta no es la primera vez que ocurre en una administración municipal y toda la culpa es del Ayuntamiento, ese cuerpo colegiado integrado por el Presidente Municipal, el Síndico y los Regidores que elegimos para que vigile y administre los recursos que integran la Hacienda Pública Municipal. No cabe duda cabe que ninguno de ellos se tomó la tarea de leer la Ley de los Municipios.
Esa parece ser la realidad de la administración municipal de Julián Ricalde Magaña y por la que será recordado mucho tiempo. Al menos Paul Carrillo nos lo estará recordando los siguientes tres años.
Twitter: @JulicoCsarSilva