México amaneció este domingo 24, el último de noviembre, con la noticia de una nueva, ooootra masacre.
Un comando abrió fuego en el interior de un bar en Villahermosa, asesinando a seis jóvenes e hiriendo a varias personas más.
Se trata de otro episodio que reafirma una dolorosa verdad: la violencia en México no respeta colores partidistas.
También durante la mañana de este domingo cuatro personas fallecieron y seis resultaron heridas en distintos ataques armados ocurridos en la Ciudad de México.
La organización Causa en Común ha documentado con cifras desgarradoras cómo esta espiral de violencia no distingue entre estados gobernados por Morena, el PAN o el PRI.
Su informe revela que, entre 2020 y 2023, se registraron 2,130 masacres, con un promedio alarmante de una masacre cada 19 horas.
La violencia golpea por igual a estados gobernados por el oficialismo que por la oposición.
El problema no es partidista; es estructural.
Entre enero y junio de este año, 2024, ya se han contabilizado 187 masacres, junto con innumerables actos de tortura, descuartizamientos y violencia extrema contra mujeres, menores de edad y autoridades.
Este patrón de horror no es nuevo, pero cada nuevo caso refuerza una sensación de impunidad y normalización de la barbarie.
Mientras los políticos se enfrascan en disputas partidistas, las cifras de masacres y atrocidades siguen creciendo, y con ellas el sufrimiento de millones de mexicanos.
La violencia en México no puede seguir siendo un tema de colores o discursos, sino de acciones contundentes y coordinadas para detenerla.
La justicia y la seguridad deben ser prioridades más allá de los intereses políticos. Porque, como hemos visto una y otra vez, la violencia no discrimina.