Nicolás Durán de la Sierra
El Minotauro
Las broncas de ‘El Bronco’
El Escriba tiene ante sí un desafío enorme, no tanto como el del virtual nuevo gobernador de Nuevo León, don Jaime Rodríguez Calderón, pero si considerable: ¿Se inicia esta entrega con un panegírico al político norteño -independiente, no improvisado-; se retoma el asunto de la risible reforma educativa o se lleva al lector directo con el Héroe, en el dédalo, donde este departe con Hécate, la deidad micénica ama de las tierras salvajes?
La primera vertiente, tras una semana de las elecciones, no es ya tan novedosa. ‘El Bronco’ y sus venturas son conocidas de sobra, aunque no por ello menos dignas de una posterior glosa; la segunda vía, si bien tiene miga y mucha, al final no pasa de ser una mera mofa en torno al gobierno federal, lo que también carece de frescura. La otra ruta, sólo por eliminación, debe ser la válida. “¡Ah, si todo fuera tan fácil!” -suspira El Escriba.
Luego del sesudo análisis, vamos al asunto: El Minotauro, cual se dijo, se halla en alegre charla con su amiga Hécate, a la que llamó para que intentara convencer a Marilyn Calipigia de dejar atrás su capricho de sólo vestir una diminuta tanga en el Laberinto en protesta porque Benito Santos, afamado modisto no le ha cosido un pantalón de charra que le deje lucir el derrier o nalgatorio. “Cada una con sus antojos”, alega la antillana.
-Ah, sí, ya la vi, la tanga le queda preciosa… A su edad, yo hubiera andado hasta sin el calzoncito. ¡Mira que sonrosadas y graciosas se le ven las mejillas, con razón la llamas calipigia! Sobra decir que tales comentarios no eran los esperados por el Héroe, quien estaba hasta el copete no del trasero de la sílfide, sino de la terquedad de ésta. “No te preocupes –añade-; en unos treinta años, ella misma ocultará las que hoy trae de bandera”.
Debe notar el lector que, en la perspectiva humana, treinta años es largo tiempo, pero para vástagos de titanes como ellos, tres décadas son un suspiro. Hécate tiene apenas unos milenios y, para efectos de la parangón, viene a ser como una hermana muy menor del Ícono del Egeo. Para otros efectos, acudir con Dionysos, que es muy comunicativo y gusta de las historias lubricas. Bravo que es el Astado, sin duda.
Dos cosas ignora Hécate: que el lobo negro con el que llegó, símbolo del salvajismo de la titánide; el lupo, harto de la espera, decidió visitar a unas jugosas cabras que viera en el Monte Ida; y la segunda que el ejemplo de la bella, por chismes de Teseo, cundió en Creta y ahora todas andan en calzoncito por la isla. Si las jóvenes estuvieran como Marilyn, hasta habría un boom turístico, pero lo que hay es un problema político en Heraklion.
Pero aquí debe hacerse una pausa, pues resultaría injusto que se hablara primero de la vida pública de Creta, que de la local, sobre todo si ya se anunció. Aunque se ha comentado, vale la pena repetirlo: el triunfo de Jaime Rodríguez es un hito en la historia democrática del país y acaso más que ello, una bocanada de aire puro para una ciudadanía asfixiada por los tres grandes partidos políticos y sus pútridos satélites.
Representa un parteaguas, primero, porque demostró que el sistema partidista de siempre dejo de ser imbatible y, además, lo hizo en uno de los Estados de mayor peso del norte de México tanto en lo financiero como en lo industrial y, de remate, hasta con pocos recursos para su campaña. De manera literal, triunfó a contrapelo de las aparatosas y multimillonarias estructuras electorales del PRI y del PAN.
Es también un parteaguas porque demostró a la Nación y al propio pueblo neoleonés que el voto razonado tiene peso real. En los sondeos hechos en el Estado y sobre todo en Monterrey, destacó la afluencia a las urnas de profesionistas, industriales y comerciantes medianos y pequeños y, en general, de una clase media harta de los abusos de poder público. Votó el 61.1 por ciento del padrón electoral, frente al 47 del resto del país.
Estos sondeos, por otra parte, dieron pausa a otros análisis que apuntan que fue la clase media regiomontana, donde vive más de la mitad de la población estatal, la que dio sustento al triunfo de ‘El Bronco’, como llaman al virtual gobernador electo. Esto dicho sin merma de su labor como presidente municipal de García, poblada demarcación incluida en el área metropolitana de Monterrey, que fue considerada como eficiente y honrada.
Empero, si bien fue la clase media la que sustentó el triunfo de este candidato, ese mismo estrato fue el que, para formar el nuevo congreso, votó por el PRI y el PAN y con ello puso al poder legislativo contra el nuevo gobierno. Ni el panismo de Felipe de Jesús Cantú, ni el priismo de Ivonne Álvarez olvidarán pronto su caída y de seguro comenzaron a ‘operar’ desde la sombra. Es su naturaleza. Broncas las que le aguardan a ‘El Bronco’.
Con todo, el político, ingeniero agrónomo de la Universidad Autónoma de Nuevo León, cuenta a su favor con un poderoso y amplio respaldo popular. Cual se dijo es independiente, pero no improvisado. Bajo las siglas del PRI, donde militó más de treinta años, fue diputado federal en 1992, después diputado local en 1997, y más tarde alcalde de García entre el 2009 y el 2012. En mañas legislativas, ya no se cuece al primer hervor.
Jaime Rodríguez enfrenta un formidable desafío, ya que su gobierno debe ser exitoso no sólo por el bien del propio pueblo que lo apoyó, sino porque su éxito abonará otras campañas y otros gobiernos independientes y, será un referente mayor en la búsqueda de la ansiada pulcritud de nuestros partidos, que no desaparecerán, sino que se adecuaran a la nueva realidad. Sí, pero antes lucharán por seguir con sus antiguas canonjías.
Ya metidos en lides políticas y antes de tornar a Heraklion, donde en su plaza mayor, con el calzón a la mano –y a la vista-, discuten grupos feministas sobre tomar a la tanga como nuevo lábaro en su lucha salvadora; antes de volver al singular pasaje, hemos de apearnos en el conflicto magisterial. Bueno, en su episodio más reciente, que incluye asombrosas declaraciones de don Emilio Chuayffet, el secretario de Educación Pública.
Sucedió lo previsto: tras quemarse ante tirios y troyanos, el gobierno federal reculó a última hora y dijo que sí, que por las barbas de Belcebú que se llevaría la evaluación de la calidad de los maestros y que, con el Chapulín Colorado por maestro, “todo estaba fríamente calculado”. En síntesis, que el diálogo entre el Cente y Gobernación está roto. Ya lo estaba desde antes, pero ahora está como que más roto, pues.
En este contexto brilla el campeón educativo de don Emilio Chuayffet en una entrevista televisiva, de esas que sirven para apoyar la causa oficial. Sin miedo a las cámaras espetó que “en no más seis meses, el gobierno federal tomará decisiones ‘de carácter’ para enfrentar el conflicto magisterial”. No explicó de qué carácter serían tales decisiones o si serían acertadas, pero lo dijo con tanto aplomo que le aplaudieron a rabiar.
De seguro la ovación le fue gratificante, pues luego el docto funcionario, ya señor de la plaza, sentenció que era “necesaria la intervención federal en estados como Oaxaca para tomar el control de la educación, tanto de recursos como de facultades de decisión; no hablo como secretario: estoy convencido de que así debe ser, porque si no, no hay salvación para los niños que no van a la escuela”. Recórcholis.
Aquello fue la apoteosis. No había niños, que de haberlos de seguro le cantaban ‘Amigo’, tonadilla melosa de Roberto Carlos que fuera dedicada a Juan Pablo II. Bueno, valiéndose de que no estaba como funcionario sino como vecino árabe, hasta los comentaristas le pidieron la receta de los Döner Kebab, pues la carne de cordero es difícil cocción; otros le pidieron opinara en torno al Piojo Herrera, el del fútbol. Fue la noche del clown.
Cumplido el compromiso de airear los nuevos derroteros de una Reforma Educativa que nada reforma, pero que al estilo de Lampedusa –cambiar todo para que nada cambie- tomó la máscara de Elba Esther Gordillo para colocarla en el rostro de Juan Díaz de la Torre, el oficialista dirigente del Snte; acabado el compromiso y para amainar los ánimos, conviene ir de nuevo a la barra del Señor del Mediterráneo.
Sin embargo, el retorno será breve. No por el escándalo de las feministas en Eraklión, no, que a final de cuentas Las Hijas de Lisistrata –a favor de la tanga- y Las Guerreras de Safo –en contra- llegaran a un acuerdo, sino porque esta columna está por concluir. Baste decir que Hécate apoya a las primeras y luce en calzoncito frente al Héroe, en tanto que Ariadna, reservada, espera ver primero la reacción del Astado.