No sabemos qué pasará con el malecón Tajamar. Hay muchos millones de dólares de por medio, intereses políticos y empresariales que se entreveran y el daño ya está hecho.
Pero lo que sí podemos afirmar es que el polémico proyecto, anunciado en 1990 como parte del plan maestro original de Cancún, da la razón a quienes desde siempre han argumentado que la incertidumbre legal es uno de los principales frenos a la inversión y, por tanto, al desarrollo.
Lo que puede suponerse es que, al final, los empresarios que adquirieron predios en esa zona podrán llevar a cabo sus proyectos de inversión, pero quedará en ellos la marca de depredadores, porque además la gran mayoría de ellos lo son.
Más allá de considerarse empresarios socialmente responsables, como pomposamente se llaman, lo que han demostrado siempre es el interés único de aprovecharse de los recursos naturales de la zona sin importarles la sustentabilidad.
Ellos viven en La Florida, en Boca Ratón o Miami, en suntuosas residencias rodeadas de manglar que construyeron cumpliendo estrictamente con las disposiciones ambientales de Estados Unidos. Es más, desarrollaron la cultura de cerrar sus puertas que dan a su jardín durante las épocas de mucha lluvia, para que no se les metan los saurios que atestan los humedales.
Pero en Quintana Roo no. En el Caribe mexicano actúan como modernos piratas que saquean los recursos naturales y se olvidan de las próximas generaciones.
El malecón comenzó a desarrollarse, se devastó cuando no existía una disposición que protegiera el mangle. Eso es cierto. Los empresarios confiaron en unas leyes que fueron modificadas posteriormente para proteger lo que les habían autorizado destruir al adquirir sus predios y, por supuesto, no pueden perder su dinero.
Pero el gobierno federal tampoco quiere devolverlo, pues hay prominentes políticos detrás de los grupos empresariales que adquirieron los predios. No hay forma de echarse pa’ atrás, pero no encuentran caminos para seguir adelante, no en estos momentos en que los inversionistas demostraron su insensibilidad al no retirar los animales que todavía vivían en Tajamar antes de limpiar y rellenar sus terrenos.
Y a todo ello hay que agregarle el ingrediente electoral. La polémica, conocida a nivel internacional, estalla cuando está a punto de iniciar la organización de las elecciones del próximo 5 de junio.
Por eso todos tratan de limpiarse, pero lo hacen con el mismo lodo. Tajamar no es un tema de colores, es un problema del estado mexicano. Es un proyecto que, como Cancún en su conjunto, se diseñó en gobiernos priistas, que continuaron gobiernos priistas, que siguieron gobiernos panistas y volvieron a heredar priistas a los que les estalla la bomba. ¿Cómo se resolverá? He allí el dilema, pero el camino que elijan debe incluir un paradero para tomar en cuenta a la ciudadanía.
No las deslindes que valgan.
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