Ya sabemos que la economía mundial está en una crisis histórica, que los pronósticos ponen a México con una caída de diez puntos en el Producto Interno Bruto y que el COVID19 enterró para siempre la promesa del presidente López Obrador de crecer al 6% cada año.
Esto ya no ocurrió y no ocurrirá.
Si bien nos va, para cuando López Obrador entregue la presidencia a quien sea su sucesor, apenas se estaría saliendo del hoyo, apenas estaríamos tocando la base en que estábamos antes de la pandemia.
Y eso, solo si se deja a un lado el ataque sistemático al sector privado, si en lugar de acosar a los proyectos de inversión, se les promueve y facilita el camino.
Ya lo dijo el senador Ricardo monreal, un protagonista de primer orden de la Cuarta Transformación.
“No me gusta esta separación entre empresarios y gobierno”, dijo en una reciente entrevista con Carlos Loret, uno de los críticos más importantes del actual régimen.
El escenario de destrucción económica por la que atraviesa México a consecuencia del COVID19, pero también por decisiones que por lo menos no fueron afortunadas, impacta de manera severa a todos los sectores productivos.
Para no ir mu lejos, la industria de viajes de la que dependemos todos quienes vivimos en el Caribe Mexicano, enfrenta una situación histórica que impacta en su rentabilidad.
Los centros comerciales de Cancún se están convirtiendo en cementerios de pequeñas empresas que ya no pudieron aguantar y sus propietarios las están cerrando, sacando sus productos de los locales que rentaban para volver a las salas de las casas, a los garages en donde muchas de ellas nacieron, crecieron y salieron hacia la conquista de mercados más importantes en los centros comerciales.
Hay un retroceso.
¿Hay esperanza? ¡claro que la hay!
La esperanza es la última que muere y seguramente esas empresas que están regresando a operar en las salas de alguna casa en algún momento volverán a los centros comerciales.
¿Qué tan rápido podrán hacerlo?
Depende de muchos factores. Los actores económicos tienen que adaptarse a las nuevas circustancias, los dueños de las plazas comerciales deberán reconsiderar los costos de las rentas, por ejemplo, que llegaron a tener precios casi prohibitivos, pero sobre todo y ante todo, el Gobierno debe generar confianza, ofrecer certidumbre, ver en el sector privado a amigos o socios que con sus impuestos pueden sumar a su proyecto presuntamente transformador y no molinos de viento a los que hay que hacer la guerra.
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