CIUDAD DE MÉXICO, 17 de julio.— Los inversionistas extranjeros quienes están a la expectativa con el lanzamiento del nuevo acuerdo comercial entre Estados Unidos, México y Canadá (T-MEC) deben comprender los riesgos potenciales asociados con la apertura de nuevos proyectos en este momento.
El presidente Andrés Manuel López Obrador es ampliamente reconocido por analistas de políticas y asesores de inversión como un demagogo incompetente que se preocupa más por elaborar discursos y consolidar el poder político que por diseñar e implementar políticas que puedan abordar de manera significativa los problemas de larga data de su país. Durante 2019, en su primer año completo en el cargo, López Obrador priorizó el teatro político.
Se promociona a sí mismo como un líder transformador, pero hasta ahora sus iniciativas de mayor prioridad son una nueva refinería en su estado natal y un controvertido tren a diesel en el sureste de México.
Mejorar la seguridad, impulsar una reforma fiscal progresiva y trabajar para disminuir la economía informal son tareas difíciles pero esenciales que López Obrador ha eludido.
En lugar de liderar a México, simplemente continúa haciendo campaña.
Constantemente antagonizando y demonizando a sus rivales políticos y sus críticos en los medios de comunicación, López Obrador demuestra ser un hombre sin un plan, un charlatán torpe que sobresale en identificar los peores problemas de México pero no ha logrado reunir un equipo de asesores capaces de diseñar e implementar reformas significativas.
Incluso mientras muchos de sus aliados más cercanos y apologistas más fervientes están atrapados en escándalos de corrupción, él continúa insistiendo en que la actividad criminal es un problema moral que puede abordarse promoviendo la rectitud personal en lugar de intentar reformas institucionales complicadas.
Critica a sus predecesores por sus fallas en el control del crimen, incluso mientras un récord de 35,558 personas fueron asesinadas durante su primer año en el cargo.
Mientras la violencia continúa sin cesar en 2020, insiste ciegamente en que sus programas de creación de empleo alentarán a los pistoleros del cártel a renunciar a su hábitos traviesos y buscar trabajo honesto.
Todavía no ha lidiado con el impacto potencial del aumento del desempleo a medida que las empresas de todo el país cierran empleos.
Solo en junio, la economía de México puede haber perdido más de 130,000 empleos y la economía podría contraerse en más del 10% para fin de año.
López Obrador continúa viajando para promover su proyecto de tren, se niega a usar un cubrebocas y promete al público que el virus ha sido domesticado y que la economía se recuperará rápidamente.
México está en problemas porque López Obrador no tiene un plan viable para enfrentar la triple crisis provocada por los problemas de seguridad, una pandemia fuera de control y un colapso económico que ya se está desarrollando.
Mientras se burla por ser considerado comunista en medios de Estados Unidos, López Obrador es legítimamente criticado por los progresistas en México por adoptar un enfoque neoliberal de no intervención para enfrentar el virus y la recesión en desarrollo.
Elogia a los mexicanos por su responsabilidad individual, pero no ha considerado suspender los proyectos de la refinería y el tren, para destinar sus recursos a financiar la recuperación económica.
Mientras López Obrador abraza la austeridad durante esta crisis, las familias de México deben valerse por sí mismas. Bajo el liderazgo de López Obrador, México se enfrenta a un año muy desafiante. Por pura terquedad e ineptitud al no responder a la emergencia, decenas de miles de mexicanos están pagando con sus vidas.
Al final del sexenio de López Obrador en 2024, es probable que 100,000 mexicanos hayan perdido la vida por el coronavirus y otros 150,000 hayan muerto por crímenes violentos.