Palco Quintanarroense
Los 45 días que marcaron al gobierno de Peña Nieto
Julio César Silva Cetina
La administración del presidente Enrique Peña Nieto, que cumple dos años este lunes 1 de diciembre, puede dividirse en este primer tercio en antes y después de Ayotzinapa… y también de la pomposamente llamada Casa Blanca.
Hasta antes de la desaparición de los 43 estudiantes de la Normal de Ayotzinapa, en Guerrero, secuestrados y entregados al crimen organizado por la Policía de Iguala el 26 de septiembre pasado, el gobierno de Peña Nieto gozaba de cierto prestigio internacional.
Lo que no pudo hacer Felipe Calderón Hinojosa, Peña Nieto logró sacar la violencia ejercida por el crimen organizado de la agenda internacional mexicana. El narco y su contexto ya no eran tema en los foros internacionales a los que suele acudir México y el gobierno federal presumía que el problema estaba controlado y ello se debía, fundamentalmente, a la aprehensión de importantes capos del narcotráfico, el mítico “Chapo” Guzmán entre ellos.
Sólo el michoacano Servando Gómez, alias “La Tuta” seguía siendo, hasta la fecha, un dolor de cabeza, pero está acorralado, insistía el Gobierno. En Guerrero, deseosos de recuperar el Tianguis Turístico y de una reactivación económica, se afirmaba también que la inseguridad se había abatido.
Sin embargo, en lugar de solucionar efectivamente el tema de la inseguridad ligada al narco en los estados conflictivos del país, lo que el gobierno federal hacía era algo similar a tomar esas frágiles bolsas negras para basura y recorrer las calles recogiendo escombros, muertos y todo tipo de desechos para aventarlos embolsados a contenedores.
Y así, fue permeando la sensación de que la imagen del país mejoraba, que el único problema era resolver cómo retomar la senda del crecimiento económico, pero al final el peso de la basura guardada en todos lados rompió esas bolsas y los muertos, el narco y los políticos ligados a la delincuencia organizada volvieron a desparramarse, a rebosar de los contenedores y barreras mediáticas que había construido el gobierno federal con sus reformas y fuertes campañas de publicidad.
Al final, desparramada, rebosando de los contenedores, la basura ensució la tarea del gobierno federal, que ahora le apuesta a una serie de reformas incluso constitucionales para combatir en varios frentes a la inseguridad con estrategias que incluyen eliminar la debilidad institucional de los ayuntamientos y las policías municipales por donde, aseguran, es más fácil la infiltración del crimen organizado.
El 90% de los primeros dos años del presidente Peña Nieto transcurrió entre el éxito y los elogios internacionales. Apenas unos días antes de que estallara el caso de Ayotzinapa, el mandatario estuvo en la Asamblea General de las Naciones Unidas, donde las reformas estructurales conseguidas este año fueron consideradas ejemplares.
Pero llegó aquella noche del 26 de septiembre, cuando desaparecieron los estudiantes y se encimó el 9 de noviembre, cuando se reveló la existencia de una casa con valor de siete millones de dólares presuntamente adquirida por la esposa del Presidente, Angélica Rivera ,en condiciones por lo menos no claras a la única empresa que participó en la licitación del tren rápido entre el DF y Querétaro y cuya adjudicación se tuvo que cancelar, resultando ello en inconvenientes con el gobierno chino, pues una empresa de China era socia en el proyecto.
Así, 45 días bastaron para ensuciarle la tarea al Presidente. ¿Cuánto tardará en volver a limpiar la casa? ¿Logrará hacerlo? ¿Le darán tiempo de cuajar a sus nuevas reformas en materia de seguridad y candados contra la corrupción? ¿Podrá reposicionar su agenda económica, de reformas y política? O ¿se resignará a administrar los daños de Ayotzinapa y la Casa Blanca en los cuatro años que le quedan a su gestión? Lo que sea pasa por explicar a detalle lo de la polémica residencia. Ayotzinapa es un tema de justicia que tiene que resolver, para cortar de tajo la impunidad, pero lo de la casa tiene que ver con la credibilidad que un presidente debe tener. Si no lo aclara, será como andar manco.
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