15. Los conflictos urbanos

Por otra parte, los problemas de desarrollo urbano propiciadas por el alto índice de inmigración, el centralismo en la toma de decisiones y la escasa coordinación de los diferentes niveles de gobierno han originado que en zonas específicas de la ciudad y la zona hotelera se presenten conflictos que afectan la imagen turística.

La llamada zona centro de Cancún, originalmente planeada como un atractivo turístico que debía congregar las actividades de la administración pública, comercial, de convivencia y de encuentro social, ha quedado desfasada y relegada de la transformación que la ciudad ha observado en los últimos 10 años, por lo que ha perdido sus funciones, las cuales se han vuelto incompatibles.

De hecho, Cancún ha adolecido de suficiente conciencia para comprender la necesidad de un centro urbano que propicie la integración de la comunidad, cuente con identidad propia y se ubique estratégicamente dentro de la mancha urbana.

No se debe dejar en el abandono el centro de la ciudad, pues se requiere profundizar en los actuales trabajos de rescate que se realizan en forma lenta, principalmente por la carencia de recursos.

Otra zona de la ciudad con problemas es Punta Cancún, en donde se presenta la máxima saturación de superestructura, pues allí operan casi 4,000 cuartos de hotel, nueve centros comerciantes y el Centro de Convenciones.

Sin duda que los retos en este rubro son enormes y con ellos el gobierno municipal actual y futuro deberán demostrar su capacidad para resolverlos.

Cancún ha cumplido en forma “muy limitada” los objetivos para los que se creó hace 20 años, entre éstos el de ser “pivote” para el desarrollo del Sureste del país -síntesis del Plan Director de Desarrollo Urbano de Cancún, cuando estaba en elaboración a finales de 1990.

En 1970 el entonces Territorio Federal de Quintana Roo carecía de las bases productivas más indispensables para sustentar el desarrollo de las actividades económicas y propiciar los asentamientos humanos.

La agricultura era insuficiente y su explotación apenas cubría una pequeña parte del potencial global, pues sólo era practicada en temporadas y se orientaba fundamentalmente al cultivo de maíz y frijol.

La ganadería apenas se iniciaba y faltó apoyo técnico y financiero para desarrollarla, por tanto su significación económica era escasa. Asimismo, la industria registraba, aún registra, un nivel incipiente y su producción estaba íntimamente ligada a las actividades primarias. En los últimos años han habido esfuerzos para tratar de incrementar su presencia con el fin de diversificar las actividades, pero los resultados han sido muy pobres.

A principios de los 70 la pesca permanecía prácticamente inexplotada y todavía en la actualidad no es plenamente aprovechado el potencial, a tal grado que Quintana Roo ocupa el antepenúltimo lugar en el país por su producción pesquera superado, incluso, por las entidades que sólo cuentan con aguas interiores.

En ese entonces, por su dinamismo y perspectivas destacaba el turismo, al que se concedió especial importancia en Cozumel, Isla Mujeres y Chetumal. Los dos primeros basaron su actividad turística en sus bellezas naturales y culturales y el último por su actividad mercantil, debido al régimen de zona libre, concepto que prácticamente desapareció en 1993.

Ante ese panorama, el territorio quintanarroense demandaba mayores apoyos del Gobierno Federal para lograr un crecimiento económico más dinámico. Se requerían apoyos que pudieran ser otorgados no sólo en forma de recursos financieros, sino también en forma de estatutos especiales que permitieran consolidar y acrecentar las actividades económicas en las áreas donde se tuvieran ventajas comparativas.

Así, como una forma de apuntalar la actividad económica que ya se registraba en la zona, en 1972 el Gobierno Federal convierte en zona libre a todo el territorio de Quintana Roo, ampliando así los antiguos perímetros libres de Chetumal, Cozumel, Xcalak e Isla Mujeres. Ese régimen aduanal, que exentaba de impuestos a la mercancía de importación que se comercializara en la entidad, fue determinante en el fomento de

las distintas actividades económicas relacionadas con el turismo, el comercio, los servicios y los transportes, así como en el mejoramiento de la ocupación e ingreso para la población local y la proveniente del interior del país y en la generación de recursos fiscales adicionales para la federación.

La organización del régimen de zona libre atrajo una importante corriente migratoria interna que llegaba en busca de ocupación e ingreso con mayor estabilidad y remuneración de la que disponía en su lugar de origen.

Ese régimen aduanal se hizo necesario por la lejanía de los centros de producción y abastecimiento, por las permanentes deficiencias de los transportes, el desinterés del fabricante nacional por atender los lejanos, estrechos, incomunicados y dispersos mercados, como el territorio de Quintana Roo, ya sea por la insuficiencia de producción interna o porque no existía producción nacional.

Al estar enclavado en una región alejada de los principales centros financieros, comerciales, industriales, educativos y poblacionales del país, Quintana Roo se enfrentó al reto de crear suficientes fuentes de trabajo permanente y bien remunerado.

En el esquema de zona libre cobró singular importancia el turismo, que se caracterizó por la creación rápida de empleos directos e indirectos y por un menor costo de generación de empleos, comparativamente con otros sectores productivos.

LAS NECESIDADES

En la región era insuficiente la producción de insumos básicos, de materiales para la construcción, maquinaria, equipo y combustible. En un lugar donde se carecía de las bases productivas más indispensables, hubo necesidad de importar al amparo del régimen de zona libre a precios relativamente bajos.

Aprovechando esas mismas ventajas, se empezaron a importar productos alimenticios como pescados, mariscos, leche, carnes enlatadas, aceites vegetales, harinas, conservas, etc., para el consumo de la población local, así como de los turistas que ya llegaban a Isla Mujeres, Cozumel y Chetumal.

En ese marco se encontraba Cancún en 1970, con menos de 200 habitantes, todos dedicados a la pesca o a la actividad chiclera. En ese entonces, la comunidad que antecedió a este centro turístico presentaba un nivel de ingreso per cápita de los más

bajos del país, pues las actividades económicas -como la explotación del chicle y la pesca- se efectuaban en forma rudimentaria. De hecho, no se puede decir que esos sectores tengan hoy en día equipo “de punta”.

A partir de 1975 la historia económica de Quintana Roo gravita sobre el desarrollo turístico de Cancún, debido a que se polarizaron las actividades económicas en el sector terciario, al grado que para 1978 la actividad turística registraba el 56% del valor agregado total generado en el Estado.

En 1980 se decía que en pocos años, de seguir las tendencias que se observaban hasta entonces y ante una futura e hipotética (de hecho cierta actualmente) ausencia de otras actividades económicas, el futuro económico del estado gravitaría seriamente sobre la evolución propia de Cancún.

Por ello, se decía, es necesario diversificar la estrategia de desarrollo, sin que por ello se descarte la actividad vital de la zona que es el turismo.

El censo levantado en 1978 contabilizó una población de aproximadamente 26,000 habitantes fijos, más una población flotante de alrededor de 10,000 personas mensuales en promedio, lo que demostraba ya la fuerte atracción que el polo de desarrollo tenía sobre las comunidades de sus alrededores.

Sin embargo, a pesar del conocimiento pleno que había sobre lo que podía ocurrir en caso de que no se establecieran las medidas adecuadas, el éxito que significó Cancún en todos los sectores -incluso para los líderes de colonos que lucraron con las necesidades de la gente, creando así una peculiar “industria” que, más que capital, requería de habilidad- descentivó la búsqueda de alternativas económicas.

 

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