En la víspera del “destape” del candidato del PRI a gobernador del estado, es pertinente hacer un recuento de los exgobernadores de la entidad. Los ex gobernadores son, de alguna manera, un referente político de la entidad, por la experiencia y la historia que llevan a cuestas.
Los exgobernadores de Quintana Roo, salvo Pedro Joaquín Coldwell y Félix González Canto, no lograron trascender su sexenio, y no sólo en cuanto a seguir manteniendo una legítima influencia en la política local, sino en el ámbito nacional.
¿Qué les falló? ¿Tuvieron un error de cálculo?
Fueron, en todo caso, muchos factores.
Martínez Ross se equivocó en el sucesor de Echeverría. Apoyó a Mario Moya Palencia y el candidato del PRI fue José López Portillo.
Pedro Joaquín sí le atinó a Miguel de la Madrid como sucesor de López Portillo. Para eso le ayudó su relación con Reyes Heroles. No hay que olvidar que De la Madrid reivindicó a Reyes Heroles, a quien López Portillo despidió de mala manera de Gobernación. Igualmente le atinó con Carlos Salinas como sucesor de De la Madrid.
Miguel Borge, a pesar de ser amigo de don Raúl Salinas -coincidieron en el Senado- se mantuvo al margen del proceso sucesorio de Miguel de la Madrid. No se vinculó al grupo de Salinas, que fue el favorecido.
Igualmente, no se vinculó con ninguno de los aspirantes a suceder a Salinas. Y por lo tanto, ni Colosio ni finalmente Zedillo lo consideraron un aliado político.
Mario Villanueva sí se vinculó desde el primer momento con políticos del entorno de Colosio, y con Colosio mismo, quienes lo auparon primero al Senado y luego al gobierno del estado. Pero el destino de Villanueva se selló cuando Zedillo, a la muerte de Colosio, llegó a la presidencia de la República.
Joaquín Hendricks careció de opciones. El candidato del PRI, Francisco Labastida Ochoa, tenía afecto personal por Addy Joaquín. Labastida perdió, y con Fox, Hendricks mantuvo cordial relación particularmente, porque en el gabinete tenía a un amigo, el procurador Rafael Macedo de la Concha.
El entorno y la circunstancia nacional influyeron, entonces, en el destino de los exgobernadores de la entidad. Pero también casi todos acabaron enfrentados con sus antecesores.
Una fuerza política propia, no partidista, y opciones de seguir influyendo con autoridad moral en la sociedad civil son factores esenciales para mantener una sana presencia política local. Sobre todo para quienes, adentro y afuera, siempre quieren hacer tabla rasa con el pasado.
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