Los gobernadores elegidos por los quintanarroenses son: Jesús Martínez Ross, Pedro Joaquín Coldwell, Miguel Borge Martín, Mario Villanueva Madrid, Joaquín Hendricks Díaz, Félix González Canto, Roberto Borge Angulo, Carlos Joaquín González y Mara Lezama.
Estos nueve nombres han sido los favorecidos por diversas circunstancias y factores para ocupar la titularidad del Poder Ejecutivo del Estado. Todos pueden contar de viva voz la historia personal y social que les ha tocado vivir, cada quien en su tiempo.
Son ocho gobernadores y una gobernadora que han llegado al poder ejecutivo de una entidad privilegiada por la naturaleza y por la historia. Sin embargo, junto a los nueve que han llegado, otros muchos se han quedado en el camino.
A muchos los dejó el tren de la política, ya sea por errores propios o por las peculiaridades del sistema político mexicano.
La clase política del estado no ha tenido continuidad. Ha sufrido fracturas serias en muchas etapas de la vida política de Quintana Roo. No todo ha sido miel sobre hojuelas. A veces se les ha hecho bolas el engrudo a muchos políticos, y han tenido que retirarse o han sido retirados.
Es natural que los que no fueron, los que se quedaron atrás, los que no fueron bendecidos por el antes famoso “dedazo” que antes venía de Los Pinos, sean más que los que fueron ungidos.
Podemos mencionar algunos nombres de los que tuvieron aspiraciones serias y no alcanzaron a llegar.
Entre los que se quedaron a pie, entre los que tuvieron que conformarse con mirar los toros detrás de la barrera, están José Asencio Navarrete, Felipe Amaro Santana, Alberto Villanueva Sansores, Hernán Pastrana, Joaquín González Castro, Jorge Polanco Zapata; Sara Muza, Cristina Sangri, Addy Joaquín Coldwell, Magaly Achach, Gastón Alegre, Francisco López Mena, Alicia Ricalde, Gregorio Sánchez, José González Zapata, Arturo Contreras Castillo, Víctor Alcérreca; Eduardo Ovando Martínez; Juan Ignacio García Zalvidea, Mauricio Góngora, José Luis Pech Várguez, Eduardo Espinosa Abuxapqui, Chanito Toledo, Rafael Marín Mollinedo y Gabriel Mendicuti, por citar a los que en su momento fueron los más mencionados.
La política mexicana tiene todavía reglas no escritas de carácter hermético, y eso la hace impredecible. Son pocos los que logran descifrar su misterio. Y por eso son pocos los que llegan a coronar sus aspiraciones.
De los que no pudieron llegar al gobierno del Estado, casi todos, más bien todos, se ha alejado de la política militante, marcados por la sombra del desencanto.
En el panorama de mediano y largo plazo, sólo se ven a políticos -por llamarles de alguna manera- cuyo signo es la irrelevancia, la fruslería y un ego desenfadado. Los caminos del ascenso al poder cambiaron muy rápido.