12. Los tres ” cancunes”

La clase media, que no comparte los intereses de ninguna de las dos anteriores, presenta inquietudes culturales, pero no tiene los recursos suficientes para aspirar a los niveles de vida y pautas de comportamiento y consumo de los grupos favorecidos.

La diferencia entre los tres sectores no se limita al desequilibrio social provocado por la capacidad económica. El desequilibrio se produce entre la capacidad de generar ingresos y el nivel de educación. Esto se refleja en la mala calidad de los servicios que se prestan al visitante y repercute en consecuencia en el deterioro del prestigio de Cancún como destino turístico.

La ausencia de instalaciones y de programas para la actividad recreativa, deportiva y cultural propicia la apatía de la población, especialmente la de los grupos de bajo nivel educacional. La política, el deporte o la cultura no representan para la población un punto en el que confluya la relación social o la necesidad de integración.

Sin embargo, esto último se da a través de la actividad religiosa que de manera constante y creciente realizan una diversidad de sectas protestantes que aumentan sin cesar el número de feligreses.

El estado crítico de los sectores sociales bajos propicia, entonces, el surgimiento y la expansión de los movimientos sectarios de tipo religioso. En muchos de los grupos sectarios el dirigente del grupo posee bajo nivel educativo y económico, alternando sus ocupaciones religiosas con su mundo laboral, en el que para poder sustentarse económicamente realiza actividades como la albañilería, mecánica, ventas ambulantes, etc.

El éxito de estas sectas se genera -según datos de los mismos feligreses- en su capacidad de convencer a través de programas de participación, reuniones, trabajo de proselitismo, entre otros, que ayudan moralmente al ciudadano a combatir sus carencias y a fortalecer su voluntad contra los vicios, producto de una sociedad compleja y desequilibrada.

Se calcula que el 15% de la población cancunense dedica su tiempo libre a las actividades religiosas, proporción muy alta si se compara con el 8% que practica algún deporte. El resto de la población dobla turnos para aumentar sus ingresos y poder hacer frente a los altos costos de vida. El estrés que produce este tipo de vida produce que muchos se refugien en la bebida y en las drogas.

Si esta situación de falta de oportunidad para la recreación, la cultura y el deporte se sigue manteniendo, en poco tiempo la sociedad cancunense caerá en un grave desequilibrio, con el alto riesgo que esto implica para el prestigio turístico de este polo de desarrollo.

Sin duda, la sociedad cancunense tendrá que caminar mucho más, para lograr una identidad plena, con la que sus habitantes se sientan arraigados.

Hay ejemplos que ponen en evidencia la falta de arraigo de los habitantes de Cancún, pero necesariamente esa situación tendrá que cambiar y en eso mucho tendrá que ver el gobierno, organizando o encabezando mejor ese arraigo, procurando mejorar su imagen y recuperando la confianza de una sociedad en permanente riesgo, sobre todo también por la presencia de muchos vicios que, como el alcoholismo y la prostitución, son difíciles de erradicar.

Cancún no solo ha generado una gran cantidad de empleos y mejorado el nivel de vida de mucha gente. También ha sido una fábrica de madres solteras. La aparición de

este destino turístico cambió la mentalidad de la gente de la región, celosa de sus costumbres y virtudes.

Fueron muchos los jóvenes, que con autorización de sus padres o sin ella, llegaron a esta ciudad. Durante años la industria maquiladora tuvo fama de generar madres solteras y Cancún también la tiene en ese sentido.

Hasta finales de la década pasada se decía que las mujeres que llegaban a Cancún se “echaban a perder”. Este centro vacacional fue también fuente de la separación de parejas que, hasta antes de llegar aquí, aparentaban ser sólidas, pero hombres y mujeres se deslumbraban por lo nuevo y se dejaban llevar por ello.

La presencia de los llamados “restaurante-bar”, que conlleva el alcoholismo y la prostitución, es otro mal que aqueja a la sociedad cancunense. Esas actividades se han convertido en la segunda “industria” más importante de Cancún, superado sólo por el turismo, y lo peor es que los operadores de esos antros utilizan en sus negocios a menores de edad, que en su gran mayoría vienen solas, expulsadas de sus humildes hogares de empobrecidas comunidades del sureste del país.

Por otro lado, si durante muchos años las empresas de Cancún no pidieron experiencia a la gente nueva que contrataban, ahora eso es fundamental. Antes era más fácil conseguir trabajo, pero ahora son escasos y la oferta de mano de obra ya es pareja o empieza a superar las necesidades.

Debido a eso, hay abogados metidos de taxistas, contadores de agentes de seguridad, profesores de choferes, etc.

A pesar de esos problemas, las acciones sociales de tipo institucional se limitan a las que realiza el DIF con sus escasos recursos y con el apoyo de algunos grupos altruistas.

Cancún es una sociedad en formación y por eso mismo es muy frágil y, de hecho, el gobierno emprende, aunque con limitaciones presupuestales, acciones tendientes al impulso de una identidad local, como, por ejemplo, la organización de un mejor Carnaval, que como tal no existía y la construcción de un teatro de la Ciudad.

Cancún se encuentra en un lamentable estado de degradación, porque en su desarrollo no se respetó ningún plan -Manuel Castillo González, primer director de Infratur, hoy Fonatur.

Pocos años necesitó Cancún para convertirse en uno de los centros turísticos más importantes del país, pero también pocos años bastaron para que el orden del “plan maestro de desarrollo” se rompiera y comenzaran a surgir los primeros problemas urbanos, principalmente por rezagos en los servicios.

En la actualidad Cancún afronta, entre otros, problemas de contaminación en la laguna Nichupté, causada por las descargas de aguas negras; escasez de lotes para vivienda que originaron miles de invasiones a tierras ejidales, que apenas se están regularizando y, por ende, “cinturones de miseria”.

Además, en algún tiempo hubo rezagos en el abasto de agua potable y energía eléctrica, problemas que aún se registran pero a niveles casi imperceptibles. También hay problemas por la sobredensidad, principalmente en la zona hotelera y el “primer cuadro” de la ciudad y severos conflictos de vialidad.

El “plan maestro” consideraba la creación de una zona urbana para el establecimiento de áreas habitacionales con tres tipos de vivienda: de interés social y del sector público -que estarían entre las avenidas Kabah, Chichén Itzá y la zona industrial-, unifamiliar, en el centro de la ciudad y residencial de lujo, al oriente y en la zona hotelera.

Sólo en el primer caso se respetó parte de lo establecido, ya que hay vivienda de interés social e interés medio, pero en los dos restantes, salvo en algunas supermanzanas, pocos inmuebles conservaron el uso de suelo original, pues en su mayoría son comercios.

Hubo muchas otras disposiciones que tampoco se cumplieron en la zona urbana que planeó Fonatur, entre ellas los porcentajes establecidos para el uso del suelo: 14% para vivienda unifamiliar, 5.7% plurifamiliar, 1% conjuntos habitacionales, 2.7% hoteles, 15.5% comercios, 3.4% equipamiento urbano; 15.6% andadores, plazas y jardines, 7% cuerpos de agua y 25% vialidades y estacionamientos.

Las causas de los problemas urbanísticos son muchas, pero se pueden mencionar entre las principales los enfrentamientos entre Fonatur y el Ayuntamiento -que a la fecha prácticamente han desaparecido-, por el control del desarrollo urbano y el acelerado crecimiento demográfico a causa del éxito turístico de Cancún.

También influyeron la desorganización de Fonatur en la venta de lotes hoteleros, el alcance de metas 10 años antes de lo programado sin que se tuvieran opciones para atenuar el impacto en la zona urbana; el huracán Gilberto; la inversión que llegó a fines de la década de los 80 con la venta de “swaps” para la actividad turística y la falta de recursos, que ha impedido a las autoridades municipales atender con prontitud las carencias.

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