Recibimos una carta del Sr. Gustavo Hernández Montalvo, un viajero frecuente que analiza las mejoras que ha tenido la atención a los pasajeros en la aduana del aeropuerto de la ciudad de México:Como parte de mi trabajo he tenido la oportunidad de viajar a diferentes países y conocer sus culturas, y dentro de éstas, el actuar de sus autoridades siempre desde una perspectiva de extranjero –y mexicano- aderezada con una crítica interna y a su vez un deseo de replicar las experiencias de éxito en mi país.
En la última experiencia para ingresar en el país extranjero –para no realizar comparaciones desafortunadas ni herir susceptibilidades- me encontré sujeto a la aplicación de sus leyes y viví la experiencia de esperar alrededor de una hora para ingresar sólo a una revisión migratoria, consciente de que es un país desarrollado y con altas medidas de seguridad, tiene muy bajas medidas de servicio para tratar a sus visitantes, no en todos los casos, como si no quisieran que los visitaran con los beneficios económicos que produce esta actividad. Llegado el momento de los trámites migratorios me percaté que me hicieron más preguntas que al resto de los extranjeros, incluso de algunos connacionales que venían en el mismo vuelo. Consideré que era una revisión de rutina, y después de otra media hora de preguntas, finalmente me dirigí por mis maletas pensando que después de hora y media saldría directamente al hotel y a presentarme con mis colegas extranjeros a quienes ya había prevenido de mi demora. No conté con que los agentes aduanales de igual manera inspeccionaron mis equipajes, pensé que quizás ya les habían avisado los oficiales de migración, por lo que de muy buena gana y con la intención de salir cuanto antes, me dispuse a atender diligentemente los requerimientos y abrir mi maleta sin recibir ayuda al respecto, ni mucho menos un saludo para hacer un poco menos incomoda su revisión, he de confesar que sin considerar los pequeños souvenirs mexicanos para los colegas extranjeros y algo de condimentos mexicanos para soportar estoicamente mi estancia en el extranjero, no transportaba cosas distintas que el resto de los pasajeros llevan normalmente, equipo de cómputo, ropa y artículos personales.
Concluida mi estancia en el extranjero, la entrega inicial de mi souvenirs y agotadas mis reservas de condimentos mexicanos realicé los preparativos para regresar a México esperando no tener algún inconveniente con las autoridades extranjeras para a mi salida –regresaron a mi mente los recuerdos no muy agradables de mi llegada-. Después de unas horas de vuelo divisé la Ciudad de México y su Aeropuerto, y me preparé para lidiar con los trámites de las autoridades mexicanas a mi llegada, pensé que por tratarse de mi país cuando menos me sentiría más familiar con sus procedimientos aunque mi salida pudiera ser de dos horas ya estaba en casa. Me dirigí hacia la fila de migración considerando que estaba repleta mi sorpresa fue que mi paso por dicha sala fue bastante ágil y su personal con una actitud amable, no sólo conmigo sino con el resto de los ciudadanos mexicanos y extranjeros, reflexionando y comparando que en otros países esperas más de una hora sin que nadie comente nada ni mucho menos quejarse de la autoridad porque en el mejor de los casos recibes una llamada de atención y en los peores te niegan la entrada.
Concluí mi trámite sin contratiempos y me dirigí al área de aduanas pensando que por mi estancia de 3 meses en el extranjero tendría problemas por las maletas voluminosas que las hacen atractivas para una revisión, así que decidí aproximarse con los agentes de aduanas quienes muy amablemente me asesoraron lo que tenía permitido ingresar al país, incluyendo los souvenirs en esta ocasión para mis colegas mexicanos, noté un primer cambio en las autoridades en mi país, ya que en regresos anteriores uno se encomendaba a su buena fortuna para salir sin problemas ni preguntas por la Aduana. Una vez asesorado y pensando que tendría que esperar un buen rato por la cantidad de pasajeros que comenzaron a formarse en las filas, y me dirigí al dichoso semáforo que me envío a una revisión, me vino a la mente el recuerdo de mi encuentro con las autoridades de aduanas en el país extranjero, y nuevamente –con una actitud afable- se me acercó el oficial quien amablemente revisó mis equipajes no sin antes saludarme y realizarme algunas preguntas de rutina, un segundo cambio pensé, y a pesar de la cantidad de personas que salen, según investigué en algunas fuentes, alrededor de 12,000 personas diariamente en vuelos internacionales, le felicité por su actitud y la de sus compañeros, quienes me hicieron recordar la calidez de nuestra cultura, sintiéndome nuevamente en casa, noté un tercer cambio, la agilidad en la que salimos por el área, revisé nuevamente si era el aeropuerto correcto.
Normalmente hacemos puntuales nuestras experiencias desagradables y nos quejamos amargamente, y pocas veces reconocemos los cambios positivos en nuestro país y nuestras autoridades, reflexioné al respecto y pienso que todos podemos contribuir para que nuestro país sea mejor, ya que algo está cambiando y es para mejorar.