Maksim Derzhko dice que fue una de las peores experiencias de su vida. Adulto mayor y crítico del presidente ruso Vladimir Putin, voló con su hija de 14 años desde Vladivostok a Tijuana, en la frontera con Estados Unidos, y se encontró en un automóvil con otros siete rusos. Lo único que los separaba de la posibilidad de pedir asilo en Estados Unidos era un agente del servicio de inmigración.
“Cuesta describir lo que se siente”, comentó. “Miedo. Temor a lo desconocido. Es muy duro. No necesita otra opción”.
Todo salió bien. Después de pasar un día bajo custodia, Derzkho fue liberado para que pudiera pedir asilo con su hija, uniéndose a miles de rusos que en los últimos días han tomado ese camino.
Incluso antes de las duras sanciones de Estados Unidos y sus aliados a Rusia, se había registrado un fuerte aumento en la cantidad de pedidos de asilo de rusos.
Migrantes de otras exrepúblicas soviéticas siguen la misma ruta, aunque en cantidades menores. Se espera que pronto aumente la cantidad de ucranianos que lo hacen.
Estados Unidos admitió una familia ucraniana de cuatro personas por razones humanitarias el jueves, luego de rechazarla en dos oportunidades.
Los rusos no necesitan visas para visitar México, sí para ingresar a Estados Unidos. Muchos vuelan desde Moscú hasta Cancún, entrando a México como turistas, y desde allí se van a Tijuana.
A medida que se acercan al cruce de San Ysidro, aumenta los nervios.
Hay barreras de cemento en los 24 carriles. Antes de llegar a los puestos de control hay una zona de seguridad.
Las personas que llegan a la zona de seguridad ya piden asilo en Estados Unidos. Pero los funcionarios del lado mexicano de la frontera los paran, miran sus vehículos, piden documentos y detienen a los autos que parecen sospechosos.
“Nos asustamos mucho”, dijo Derzhko, quien cruzó la frontera en agosto, en una entrevista desde Los Ángeles. “Los chicos que iban con nosotros estaban muy alarmados”.
Los rusos ofrecen recomendaciones en las redes sociales y los servicios de mensajería. Uno que no se identificó relató su viaje desde la Plaza Roja de Moscú hasta un hotel de San Diego, con escalas en Cancún y en la Ciudad de México. En un video que publicó en YouTube se ve nervioso tras comprar un auto en Tijuana. Posteriormente, no obstante, cuenta desde San Diego que todo salió bien a pesar de que pasó dos días bajo custodia en Estados Unidos. Recomienda a quienes consideren seguir su camino que no tengan miedo.
Los rusos tienen casi asegurado el asilo si pisan suelo estadounidense a pesar de que el presidente Joe Biden mantiene varias restricciones de la época de Donald Trump en materia de migración. Los agentes pueden negar a los migrantes la posibilidad de solicitar asilo con el argumento de que podrían propagar el COVID-19. Pero los costos, cuestiones logísticas y relaciones diplomáticas tensas hacen que resulte más fácil enviar a las personas de ciertas nacionalidades de vuelta a sus países.
Los rusos y los ciudadanos de otras antiguas repúblicas soviéticas prefieren llegar a los cruces fronterizos en auto en lugar de intentar un cruce ilegal por desiertos y montañas.
Generalmente no contratan coyotes, sino que consiguen intermediarios que los ayudan con sus aviones, de acuerdo con Chad Plantz, agente especial a cargo de la unidad Investigaciones del Departamento de Seguridad Nacional en San Diego.
Si bien la ruta Moscú-Cancún es la más popular, algunos rusos viajan desde Ámsterdam o París a la Ciudad de México y de allí van a Tijuana, según Plantz.
Ha habido situaciones tensas. En una de ellas, un ruso de 29 años que manejaba una camioneta deportiva aceleró tras pasar los promontorios amarillos en San Ysidro el 12 de diciembre y luego frenó de arrepentirse, haciendo que un vehículo con seis rusos que buscaban asilo lo chocase de atrás. Un agente hizo cuatro disparos, pero nadie resultó herido, de acuerdo con el servicio de Aduanas y Protección Fronteriza, que investiga el incidente.
El abogado del ruso que conducía la camioneta, Martín Molina, dijo que su cliente aceleró al ver que se abría un hueco en los carriles. En su vehículo viajaban otros 11 rusos, incluidos su esposa, una hija de cinco años y un hijo de uno. Los pasajeros levantaron sus manos y gritaron “¡asilo!”.
“Lo único que vio fueron las luces brillantes de San Ysidro”, expresó Molina. “Quería llegar allí”.
Un juez canceló la liberación del conductor tras pasar casi tres meses detenido.
El hombre, que se opuso a la intervención rusa en Chechenia, planeaba pedir asilo con su familia en Brooklyn, Nueva York.