Quintana Roo tiene un invaluable patrimonio histórico y cultural que no ha sido aprovechado para mejorar la calidad de vida de los habitantes de los municipios que sufren mayor rezago, como son los de Othón P. Blanco, Felipe Carrillo Puerto, José María Morelos y Lázaro Cárdenas.
Quintana Roo, a pesar de haber sufrido décadas de depredación, todavía es una importante reserva selvática del país. Aparte de la mundialmente famosa laguna de Bacalar, nuestro estado tiene otras lagunas que se mantienen incontaminadas, aparte de los cenotes que ya son un atractivo turístico en Puerto Morelos, pero que también lo pueden ser en otras regiones de la entidad.
Los monumentos coloniales de Quintana Roo tienen en sus muros las huellas de la “guerra de castas”; allí está resguardada una historia de sangre y dolor, pero también de esperanza. En cada muro está la crónica desesperada de un pueblo que siempre ha luchado por su autonomía y por preservar su identidad histórica y cultural. Esos monumentos coloniales se ubican, fundamentalmente, en los municipios de Felipe Carrillo Puerto y José María Morelos. Son iglesias y casonas solariegas de la época de la colonia. Muchas han sido destruidas por la incuria del tiempo y por la mano depredadora del hombre, pero sobreviven muchas que merecen ser rescatadas.
Ayer, en el poblado de Señor, el gobernador Carlos Joaquín, en el marco de la inauguración del Niño Indígena y la ampliación de la red de energía eléctrica, entregó certificados de turismo de la naturaleza.
Esos certificados “significan el mejor testimonio de dos grandes riquezas que tenemos: la riqueza de nuestra cultura y de la naturaleza, que hoy son oportunidades para que la gente viva mejor”, afirmó Carlos Joaquín. Utilizarlas en beneficio de la población de esos lugares significa también que “se conviertan en más y mejores oportunidades para nuestras familias del sur del estado”. ¿Cómo? Impulsando de manera racional la llegada de visitantes nacionales y extranjeros como sucede en Guanajuato, por citar un ejemplo.
El turismo de naturaleza y cultura nunca será masivo, afortunadamente, pero sí podrá convertirse en una herramienta que abra las puertas del progreso a varias poblaciones. Ojala que el gobierno del Estado, particularmente la secretaría estatal de turismo, ofrezcan la debida asesoría para que esas ideas se conviertan en realidad y se traduzcan en proyectos viables.
La llamada Zona Maya de Quintana Roo padece muchos rezagos ancestrales. Ha sufrido olvido y abandono. Y promesas han escuchado muchas. Parece que ahora hay voluntad de hacer las cosas.
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