Oncología ginecológica; demasiado tratamiento hace más daño que bien

A pesar de que las guías clínicas desaconsejan los cuidados intensivos o invasivos al final de la vida, informes revelan que más de la mitad de las mujeres con cáncer de ovario terminal reciben al menos una intervención agresiva.

Los resultados revelados en un estudio publicado en JCO Oncology Practice, indican que los tratamientos no están relacionados con mejor calidad de vida para estos pacientes terminales.

“Tenemos buena evidencia de que los tipos de cuidados intensivos al final de la vida que analizamos en este artículo generalmente están relacionados con una menor calidad de vida para los pacientes, peores desenlaces de duelo para sus familias e incluso sobrevidas más cortas”, así lo ratificó la autora principal, Dra. Megan A. Mullins, maestra en salud pública, becaria de investigación postdoctoral en la University of Michigan, en Ann Arbor, Estados Unidos. “Esto sugiere que hay una desconexión entre lo que la gente piensa que podría hacer el cuidado agresivo y lo que está haciendo”.

Durante su estudio, sobre la atención al final de la vida, la Dra. Mullins y sus colaboradores analizaron los datos de SEER-Medicare sobre 6.288 mujeres con cáncer de ovario que fallecieron entre 2016 y 2020.

Entre los resultados encontraron que 51% de esas mujeres recibieron algún tipo de atención agresiva contra el cáncer. Los tipos de violencia más frecuentes fueron no ingresarlas en un hospital con atención de cuidados paliativos (28,9%), recibir un procedimiento invasivo (20,7%) e ingresarlas en una unidad de cuidados intensivos (18,6%).

Es importante señalar, en opinión de la Dra. Mullins que desde que en 2006 se reconocieron los cuidados paliativos oficialmente como especialidad, y desde ese momento ha habido una tendencia cada vez mayor para la integración más temprana de estos y la reducción de la agresividad de los cuidados al final de la vida; tanto la American Society of Clinical Oncology (ASCO) como el National Quality Form tienen estándares que desaconsejan la atención agresiva al final de la vida.

“Pero hay muchos factores complicados que creo que dificultan mover la aguja en esta área. Por un lado, particularmente con el cáncer de ovario, las mujeres tienden a tener recurrencias. He hablado con médicos que ayudaron a sus pacientes a superar una etapa difícil; se recuperaron y les fue bien. No sabes con certeza si eso volverá a suceder si intentas otra cosa. El pronóstico no es una ciencia exacta”, puntualizó.

Además, las conversaciones sobre el final de la vida pueden ser conversaciones desafiantes. “Nadie quiere quitarles la esperanza a sus pacientes, pero hay evidencia que muestra que estas conversaciones en realidad no reducen las esperanzas de los pacientes, es un concepto erróneo”, observó la Dra. Mullins.

“Es desafiante. En Estados Unidos, no nos gusta hablar de la muerte y el morir. Pero creo que tener estas conversaciones de manera temprana y con mayor frecuencia puede ayudar a que sean una parte más natural de la atención”, dijo.

Por su parte, la Dra. Brittany A. Davidson, ginecóloga oncóloga de Duke Health, en Durham, Estados Unidos, quien escribió un editorial adjunto, reconoció que el final de la vida puede estar plagado de miedo, ansiedad y muchas emociones.

Pero en su práctica encontró que ayudar a los pacientes y sus familias a superar los altibajos de su cáncer es uno de los aspectos más gratificantes de su carrera como médica. “Queremos ayudar a los pacientes y sus familiares a hacer estas transiciones de la manera más fluida posible”, explicó.

Como defensora de la capacitación en habilidades de comunicación para los médicos en general, la Dra. Davidson comentó que los médicos pueden aprender a identificar señales de que los pacientes están listos para conversar sobre su atención al final de la vida.

“Esas señales nos ayudarán a facilitar las conversaciones más temprano que tarde para que no tengamos que esperar hasta el final”, expresó, y añadió que: “¿En qué consisten estas conversaciones? Varía dependiendo de en qué punto se encuentre el paciente en su trayectoria de cáncer. En una paciente con cáncer de ovario o cáncer de útero recurrente, esto podría comenzar con asegurarse de que la paciente comprenda que, si bien su cáncer es tratable, es muy poco probable que sea curable”.

Aclaró que durante su carrera profesional ha encontrado a pacientes que fueron tratados por muchos años, y no sabían que su cáncer era curable. Por ello se preguntó: “¿Cuántas oportunidades perdidas hemos pasado por alto?.

Indicó que la conversación entre médicos, pacientes y familiares, deben ser sobre los objetivos del tratamiento. ¿Qué es importante para el paciente? “¿Hay eventos en los que quieren estar presentes? ¿Síntomas que quieren evitar? Algunos pacientes realmente quieren saber cómo será morir. Trato de seguir al ritmo del paciente. Pregunte qué tipo de información es útil para ellos. ¿Son números? ¿Son síntomas? Realmente es diferente para todos”, compartió la Dra. Davidson.

Aunque la investigación de la Dra. Mullins y el editorial de la Dra. Davidson sugieren que hay margen de mejora para lograr una atención concordante con los objetivos en los tumores malignos ginecológicos, la Dra. Davidson sospecha que a estas pacientes les podría ir un poco mejor que a los pacientes con otros tipos de cáncer, según sus propias observaciones anecdóticas.

“Una de las cosas únicas de la oncología ginecológica es que tenemos una increíble relación longitudinal con nuestros pacientes: no solo somos sus cirujanos, somos sus oncólogos. En otros tumores sólidos, la atención es fraccionada.

“Esa es una de las razones por las que amo la oncología ginecológica. Tengo la oportunidad de conocer a mis pacientes a través de todas las etapas que experimentan como parte de su cáncer. Me gustaría pensar que eso me brinda una mejor oportunidad para conocerlas y ayudarlas a reconocer el valor de los cuidados paliativos”, finalizó la Dra. Mullins.

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