Lejos de recomponerse tras los escándalos de corrupción que vivió el año pasado, el gobierno del presidente Enrique Peña Nieto navega en el desorden, descontrolado, sin orden en un gabinete en el que, todo parece indicar, que cada quien hace lo que le venga en gana.
Debería ser el Presidente, pero no hay quien ponga orden, quien norme criterios, quien establezca rutas de solución a los problemas. Antes por lo menos había shows mediáticos con decálogos que tampoco solucionaban nada.
Hoy reina el inmovilismo casi total, el “Moviendo a México” quedó en sólo un incongruente, triste “slogan” como lo fueron el “administrar la abundancia” de José López Portillo, la “renovación moral” de Miguel de la Madrid, “bienestar para la familia” de Ernesto Zedillo, “el gobierno del cambio” de Vicente Fox o “el presidente del empleo” de Felipe Calderón.
En medio de ese desorden que se ve en el gabinete presidencial y se refleja en varios estados, donde no hay capacidad para solucionar los problemas, el presidente Peña es exhibido en la cumbre del Tratado de Libre Comercio celebrada en Canadá.
Acostumbrado a no rendir cuentas, a no practicar la transparencia y a ofrecer entrevistas con preguntas controladas, en Canadá Peña Nieto no se plegó a la tradición de los periodistas que cubren las actividades del parlamento canadiense, que consiste en que todos los 20 reporteros acreditados pregunten y repregunten sin límite de tiempo.
Los periodistas expusieron su inconformidad porque el presidente mexicano no se plegó a esa tradición frente al propio Peña Nieto. Lo exhibieron y su oficina de comunicación censuró ese hecho en sus comunicados y versiones estenográficas.
El propio Barack Obama censuró su concepto de “populismo” y así Peña Nieto regresó a su país exhibido y regañado para zambullirse en una inercia nacional en la que no hay solución a las cosas.
Y es que en el gabinete cada quien trae su propia agenda: el secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong tiene la suya; Luis Videgaray, de Hacienda, la propia; Aurelio Nuño Mayer, de Educación, otra y así por el estilo.
Entre Osorio Chong, Nuño y los gobernadores de los estados involucrados se pelotean el problema magisterial, en el que se refleja en mayor medida la inmovilidad que se vive en el país.
Nadie quiere hacer el uso de la fuerza para frenar los bloqueos que tienen de cabeza a Oaxaca, por ejemplo, por el temor de las policías se excedan y afecten sus aspiraciones presidenciales.
Nuño no dialoga, porque dice que ese trabajo le corresponde a Osorio Chong. No hay un trabajo en equipo, por lo menos públicamente no la hay.
Y mientras tanto, el gobernador Gabino Cué que en campaña se enarboló como la gran solución a todos los problemas de Oaxaca, porque él, según decía, tiene la fuerza ciudadana a su favor, cantinflea cuando la preguntan por qué el gobierno no puede poner orden.
“Nadie queda contento. Cuando se actúa en el marco de la ley y se dan incidentes (excesos policiacos) nos critican y si no actuamos, nos critican”, se queja.
“¿No puede el gobierno?, le preguntan.
“Claro que podemos. En el uso legítimo de la fuerza el estado tiene obligación de actuar. Hay la fuerza para hacerlo, pero también contamos con una mesa de distención y todas las partes tenemos que aportar nuestra tolerancia”, agrega.
Pero mientras tanto, Oaxaca está de cabeza, ingobernable, como lo estuvo hace seis años en los estertores del gobierno de Ulises Ruiz, quien se vino a esconder a Quintana Roo, donde formó parte del “trabuco” que perdió la gubernatura de Quintana Roo.
¿Recuperará Peña Nieto el orden en su administración?
Platea
El proceso de entrega-recepción en la administración estatal y algunos municipios está frenado, no se puede hacer, porque las elecciones están impuganas.
El Partido Verde impugnó la elección a gobernador y el PAN hizo lo propio en algunos municipios. Cada acción exige la anulación de los comicios. No ocurrirá tal, pero mientras los tribunales no emitan su fallo ningún proceso de entrega-recepción puede desarrollarse. La ley lo impide.
Es muy probable que los fallos se den apenas unos días antes de que las autoridades electas asuman sus funciones, por lo que puede haber algo de caos, adicional a la crispación política de estos días, en el proceso de entrega-recepción.
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