En su reciente visita a España, el presidente Enrique Peña Nieto dijo que el “Pacto por México” se inspiró “en cierta medida” en el Pacto de la Moncloa, que permitió a España transitar hacia la democracia y el desarrollo tras el fin de la dictadura de Francisco Franco.
El Presidente hizo bien al decir “en cierta medida”, pues más allá de los contextos locales y de los protagonistas hay diferencias diametralmente opuestas entre ambos acuerdos. Quizá el más importante es que en España las diversas fuerzas políticas se pusieron de acuerdo privilegiando al Estado.
Los protagonistas del Pacto de la Moncloa dejaron los extremos para buscar el centro. Moderaron sus posturas y actuaron con sentido de Estado, para delinear el proyecto de nación.
En contraste, en México desde el gobierno de Ernesto Zedillo Ponce de León se propuso diseñar una política de estado, un proyecto de nación que se desarrollara sin importar la tendencia ideológica de quien estuviera en la presidencia de la República, pero hasta ahora no se ha logrado.
A diferencia de los españoles, los líderes mexicanos hicieron del chantaje la principal divisa de negociación, no privilegian el interés del Estado mexicano. No hay ánimo de estadista. Ni siquiera privilegian el interés partidista, si no que buscan únicamente beneficiar a grupos de poder económico.
Y las consecuencias están allí. Apenas ayer el Banco Mundial enmendó la plana al gobierno mexicano y pronosticó que la economía nacional no crecerá este año al 2.7%, como espera el equipo de la Secretaría de Hacienda que lidera Luis Videgaray, sino que lo hará al 2.3%, porque la reforma fiscal ha sido todo menos un promotor del desarrollo nacional.
Los cambios impulsados por el gobierno de Enrique Peña Nieto, a los que les falta el de telecomunicaciones y las leyes secundarias de la reforma energética, sacaron ciertamente al país de años de inmovilismo, pero la economía sigue sin funcionar.
Hace falta aterrizar la emoción que producen esas reformas en el exterior, como quedó plasmado en España. A los mexicanos los consume la impaciencia, la falta de resultados, el desempleo, los sueldos cada vez más bajos que los que ya se perciben en China.
Al Presidente le fue bien, muy bien en términos mediáticos en España, donde fue “apapachado”, elogiado por su espíritu reformador.
Por primera vez la violencia, la inseguridad no dominó la agenda de una gira internacional, pero algo tendrá que hacer para que esa excelente percepción internacional invada, se desparrame también en el territorio nacional.
Platea
En medio de todo ello Quintana Roo es, afortunadamente, la nota discordante. El Instituto Mexicano de la Competitividad dio a conocer que Baja California Sur y Quintana Roo, las dos entidades donde se ubican los destinos turísticos más importantes del país, fueron los que registraron un mayor crecimiento en su economía en el primer trimestre del año, con 6 y 5%, respectivamente.
El Inegi ya había colocado a Quintana Roo como una de la economía más pujantes del país, pero el informe del IMCO es de particular importancia, porque se trata de un organismo
patrocinado por importantes empresas e instituciones, incluso trasnacionales como Microsoft, la embajada británica en México, el Banco Interamericano de Desarrollo y el Consejo Mexicano de Hombres de Negocios, entre otros.
La pujanza de Quintana Roo es una realidad que debe generar ilusión en el resto de México.
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