Hoy se vence el plazo para que el gobernador de Quintana Roo Carlos Joaquín González presente el Plan Estatal de Desarrollo, toda vez que así lo prevé la Ley de Planeación para el Estado de Quintana Roo en su artículo 70, que a la letra reza: “El tiempo para la elaboración, validación, aprobación y publicación del Plan Estatal no podrá exceder de cuatro meses contados a partir de la toma de posesión del titular del Poder Ejecutivo”.
Con esta fecha tope que establece la ley en mente ayer comenzamos una serie de columnas que pretende indagar en la política de desarrollo de este gobierno con la pregunta de qué buscaría el gobierno joaquinista como estrategia para el futuro de Chetumal y de inmediato, al difundir nuestra publicación en Novedades en las redes sociales el avezado y de los más vigentes y leídos columnistas de nuestros días preguntó, casi, casi, ¿y el Plan Estatal de Desarrollo, ‘apá?
La verdad es que dábamos por hecho que Carlos Joaquín cumpliría con lo dispuesto en la ley, pero como el colega nos hizo aquimichú desempolvamos la grabadora –es un decir: ya sólo se usa el teléfono celular– y nos dimos a la caza del mandatario para preguntarle personalmente, como lo hacíamos en tiempos felizmente reporteriles. Lo abordamos al final de la entrevista banquetera tras la instalación del Consejo Estatal Forestal de Quintana Roo, donde por cierto el gerente de la Conafor Rafael León Negrete presentó las estrategias para la temporada de incendios forestales. El gobernador ahí hizo referencia al plan rector en comento: sí cumplirá con la ley de presentar un documento que abarque su sexenio, pero a pregunta expresa nos reveló que se contempla una perspectiva para 20 años.
Hemos percibido un escaso interés por parte de la sociedad en el Plan Estatal de Desarrollo, pero esto tiene una explicación: durante dos administraciones estatales el tema fue exclusivamente demagógico y sólo se salía al paso de la exigencia legal de presentarlo sin que en realidad se tuviera la mínima intención de plantearlo para los fines que inspiraron el espíritu de la norma y mucho menos de llevarlo a cabo.
Decíamos ayer que Joaquín Hendricks Díaz, más allá de sus obligaciones legales, lanzó un minucioso plan rector a 25 años diseñado por especialistas que ni él mismo supo o pudo cumplir; mencionamos la caída del plan de convertir a Chetumal en un hub comercial internacional, un nodo de recintos y facilidades –en el sentido tanto castellano como inglés del término– logísticas para el tráfico de mercancías hacia y desde el estado, el interior de México, Norteamérica, Centroamérica y el Caribe, en conexión con el resto del mundo. Obvio: si Hendricks no cumplió con su propio plan, sus sucesores Félix González Canto y Roberto Borge Angulo, bastante venales y muy poco interesados en el futuro del estado, tiraron a la basura los grandes proyectos y se concentraron en el aquí y el ahora de los más jugosos “bisnes” inmobiliarios, de concesiones y de connivencia con los grandes empresarios del turismo y todo tipo de millnetas, sin excluir al ahora presiente estaodunidense Donald Trump, al que al final traicionaron con las consecuencias que ahora pagamos todos los mexicanos y latinoamericanos, por lo menos.
Hendricks tuvo a su eminencia gris, su superasesor Naím Díaz, que coordinó junto con el brillante Iván Hernández Pacheco –titular de la extinta Secretaría de Planeación y Desarrollo– la elaboración del pomposamente llamado Plan Gran Visión 2000-2025, pero que en realidad sí lo era. Nadie lo comprendió.
Hoy podremos saber si el Richelieu –o el Mazarino, si el lector quiere– de Carlos Joaquín es el polémico y sinuoso experto en desarrollo económico Juan de la Luz Enríquez Kanfachi, cabeza del legendario Grupo Tepito, quien ante el constante trastabillar del secretario de Gobierno Francisco López Mena –actúa como habla en las entrevistas: más rengo e inestable que el doctor House pero desde luego menos listo– pidiera salir de las catacumbas del poder tras el trono y situarse ante los reflectores del gabinete estatal, cual corresponde a su real influencia en la actual administración por poco cómodo que se sienta expuesto ante la opinión pública.
De hecho Enríquez, antes de trabajar estrechamente con Carlos Joaquín en sus diversas encomiendas, tuvo gran influencia en los tiempos de Hendricks merced a su desempeño inicial como asesor del alcalde de Cozumel de 1999 a 2002 Carlos Hernández Blanco, para quien diseñó la innovadora Escalera Náutica, modelo moderno de desarrollo económico que, para no variar, jamás se llevó a cabo.
Esperemos ver en el documento rector para la planeación de Carlos Joaquín alternativas novedosas para el desarrollo de Quintana Roo, pero más que nada que lo que se ahí se asiente no sea puro jarabe de pico, esa simulación que aquí en el caribe mexicano nos gusta tanto y mata todo intento por modernizarnos, sino que se lleve a cabo.
Veremos.
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