En la Trattoria Del Lago, un restaurante ubicado en Mercato Saraceno, un pintoresco poblado en las montañas de Emilia-Romaña y conocido por su agroturismo, los ánimos escalan cuando a alguien se le ocurre mencionar la palabra “Covid”.
La discusión sube de tono cuando sale el tema del tan esperado antídoto para eliminar el coronavirus, afección que ha sido atacada con medidas extraordinarias, las cuales causan enorme estrés entre la población.
“Lanzaron una bomba para generar pánico y meternos miedo, [con el fin de] pedirnos que nos vacunemos. No seré cómplice del negocio de unos cuantos.
“¿Quiénes son los muertos? Personas de edad avanzada que fallecieron porque ya tenían otros males. La medicina será peor que la enfermedad. ¿Alguien sabe cómo se está haciendo la dosis? No me voy a inyectar plomo”, explica Cicco, de 45 años y dedicado a las bienes raíces.
Con dos platos de tagliatelle al ragú en mano, interviene la mesera Natalia para precisar que tampoco se inmunizará contra el virus, de llegar el momento.
“¿Si me voy a vacunar? ¡Qué va! Esto no es más que una influenza mutada”, afirma.
Notablemente enfadado, Orazio, de 70 años y comerciante de verduras, responde acusándolos de irresponsables.
“Estos son del grupo de italianos que se rehúsa al antídoto”, dice señalándolos.
“¿Qué no entienden que esto es de vida o muerte? Jugar con su salud significa jugar con la de otros”, apunta.
Contrario a lo que se esperaría, no todos esperan la vacuna con gran entusiasmo en ese país, uno de los más golpeados por la crisis sanitaria, el cuarto a nivel mundial con más muertes, más de 34 mil, detrás de Reino Unido, Brasil y Estados Unidos.
Fatalistas contra egoístas
De acuerdo con un estudio elaborado por el centro de investigación EngageMinds HUB de la Universidad Católica y coordinado por la profesora Guendalina Graffigna, uno de cada dos italianos probablemente no se inmunizará contra el Covid-19.
El análisis detalla que a pesar de que los virólogos, especialistas en enfermedades infecciosas, epidemiólogos y toda la comunidad científica han estado repitiendo durante meses que la vacunación masiva es el arma real de defensa contra el SARS-CoV-2 y la única forma de volver a la normalidad efectiva y sin fases, los datos exhiben sorprendentemente que una parte importante de la población responde a la pregunta: “¿Te pondrás la dosis?”, como “es nada probable” o “probable y no probable”.
Elaborada entre el 12 y 18 de mayo pasados y con base en la participación de mil representantes de toda la ciudadanía del país, la investigación precisa que la propensión a no administrarse el antídoto es de 41%.
Pese a que el virus ha impactado de manera distinta al suelo italiano, los mayores daños se han registrado en el norte: entre las regiones prácticamente no hay diferencias porcentuales respecto a la intención de vacunarse, casi el mismo rango de cuatro de 10 habitantes se repite por todo el territorio.
Para la profesora de sicología del consumidor y directora del centro de investigación, Graffigna, el grupo más reticente tiene entre 35 y 59 años. Además, el estudio revela que los jubilados y los estudiantes desconfían menos del medicamento.
El elemento sicológico parece marcar la diferencia. Entre los subgrupos, aquellos que son más fatalistas respecto a la salud y creen que el riesgo de contagio está fuera de su control, se inclinan más a favor de la inyección.
También influye el factor de responsabilidad social. Quienes tienen un enfoque más individualista y egoísta en su bienestar y no consideran la aplicación de la dosis como un acto de compromiso, suelen ser más evasivos respecto a la hipótesis de participar en un futuro programa de vacunación.
Graffigna establece que los datos arrojados por el análisis son una señal de alarma a tomar en consideración, y refleja la necesidad de emprender una campaña de educación y sensibilización dirigida a comprender la importancia de aplicarse el fármaco.
Asegura que no sólo se trata de combatir noticias falsas, sino de proporcionar conocimientos a través de un diálogo constructivo entre la ciencia y la ciudadanía.
Virus llegó para quedarse
A pesar de los momentos difíciles por los que ha pasado el sistema sanitario italiano, la mayoría sigue sin entender lo que ocurre, de ahí la negativa a suministrarse una eventual vacuna, explica Elisabetta Briganti, doctora de la Unidad de Enfermedades Infecciosas del Hospital Morgagni-Pierantoni de Forlì.
“Aún hay quienes dicen que esto no es verdad. Muchos lo toman a la ligera, porque no han tenido ningún tipo de acercamiento con la enfermedad, probablemente nadie en su entorno se ha contagiado”, menciona.
En entrevista con EL UNIVERSAL, comparte la posición de la Organización Mundial de la Salud (OMS) de que sólo un antídoto podrá detener permanentemente la transmisión del Covid-19.
“¡Absolutamente!”, responde Briganti a la pregunta de si recomienda inmunizarse.
“El virus continúa circulando entre nosotros y no desaparecerá, así que hay que vacunarse, como ocurre con la influenza”, insiste la especialista.
También asevera que a la espera del antídoto, “la mejor vacuna somos nosotros”, es decir, el esfuerzo colectivo por mantener las reglas sanitarias.
La compañía italiana Advent IRBM y el Instituto Jenner de la Universidad de Oxford comenzaron, a finales de abril pasado, a realizar pruebas del prototipo de la dosis contra la afección en 550 voluntarios sanos.
El Ministerio de Salud de ese país reporta que el tiempo promedio para obtener un antídoto en el mercado es de dos a tres años, pero ante los resultados de los ensayos clínicos y los procedimientos reducidos por la urgencia sanitaria, los plazos podrían acortarse considerablemente.
Tiene la expectativa de que la medicina llegue en septiembre; no obstante, sería de uso exclusivo para personal de salud y agentes de la ley. Tomará mucho más tiempo para que circule a escala global.
Al margen de la cooperación italo-británica, hay más de 50 proyectos en todo el mundo ocupados en la carrera para lograr una inmunización efectiva.