El ágape por el sexagésimo quinto cumpleaños del ex mandatario Joaquín Hendricks Díaz en el contexto actual dejó mucho que pensar.
En el caso de Quintana Roo tal vez la pregunta del encabezamiento debiera ser, más bien, cuántos pris hay. Hay un PRI de nostalgias virreinales, de autócratas absolutistas y de abusadores del poder político que perdió el 5 de junio, pero que aún vive, así sea entre estertores. Hay otros tantos priis como priistas que buscan convertir la derrota en las urnas en oportunidad para tomar o retomar por asalto al poder. Hay otro PRI que asume la derrota y la nueva condición de oposición, resistiéndose a deponer principios e identidad a pesar de tener enfrente un derrotero cuesta arriba. Incluso hay un PRI sin nombre, básicamente de burócratas resentidos, que se incrustó en la oposición con fines pragmáticos, y que acaso ignora que sigue siendo priista a pesar de los pesares y va cayendo aceleradamente en el desencanto.
El gobernador Carlos Joaquín González reconoció que todavía no está armado el expediente judicial contra su antecesor Roberto Borge Angulo, así que éste como otros ex príncipes provinciales –Félix González Canto, verbigracia– siguen vigentes y actuantes, así sea de manera subrepticia. Hendricks, recién repudiado por el Comité Ejecutivo Nacional del Tricolor, se apresta al abordaje bajo un pacto de entrega y sumisión con el gobernador postulado por la coalición PAN-PRD Carlos Joaquín González, que sería inconfesable de no ser porque ante decenas de correligionarios y funcionarios del actual régimen puso la divisa priista en bandeja de plata a los pies del hoy nomberguán. Y, last but not least, tenemos al priismo que se dice de principios firmes, que acepta convivir mas no transigir, apoyado explícitamente por el líder nacional Enrique Ochoa Reza y el delegado en Quintana Roo y ex gobernador de Tabasco Manuel Andrade Díaz, representado por el líder estatal Raymundo King de la Rosa.
Ante la realidad –el inobjetable ascenso al poder de Carlos Joaquín– se ha dado entre los priistas todo tipo de actitudes, desde el boicot antidemocrático hasta el entreguismo servil, pasando por posturas mucho más dignas y responsables.
El diputado federal priista José Luis Toledo Medina, algún tiempo considerado como favorito para suceder a Borge pero descarrilado al fin por un acuerdo con Félix González a favor al mediano plazo del “Niño Verde” Jorge Emilio González Martínez, como líder de la bancada quintanarroense en San Lázaro ha demostrado su disposición a hacer equipo con el Poder Ejecutivo estatal, sobre todo en temas presupuestales, a favor de sus paisanos quintanarroenses. Raymundo King como líder de la fracción legislativa priista local apoyó la aprobación de la reestructuración financiera –no le llamamos por su feo nombre, endeudamiento, porque alguien cuyo apellido empieza con jota y acaba con Joaquín se enoja y nos regaña–, que como señalamos aquí no sólo era oportuna, sino necesaria para satisfacer las necesidades más urgentes del estado. Nos parece que estos son actos a favor de la población, sin menoscabo de la nueva identidad opositora, pero la pretendida entrega del trasero priista al gobernador en funciones que “pactó” Hendricks sin ser líder ni portavoz, aun en contra de su dirigencia nacional, tiene el inconfundible sello del interés personal de alguien que busca ser inquilino del inmueble de Paseo de la Reforma con Avenida Insurgentes tras las elecciones de 2018.
Entre priistas descastados que jugaron secretamente en contra del impuesto candidato a gobernador Mauricio Góngora Escalante, aduladores y chaqueteros, además de valedores y validos del actual régimen, con ínfulas de perdonavidas y dueños de la pelota, llegó la mitad de los 500 comensales esperados. El sempiterno renegado Eduardo Espinosa Abuxapqui –dueño de la palapa El Trébol, sede de la comilona– hasta el barbero rector de la Uqroo Ángel Rivero Palomo –“siempre he admirado a Carlos Joaquín”, expresó–, hay de todo en esta viña priista no tan del señor.
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