Este lunes entraremos a lo que se ha dado en llamar la nueva normalidad.
Lo único que sabemos de ella es que la estrenaremos con el semáforo en rojo y, por tanto, continuaremos como hasta hoy:
Refugiados donde mejor podemos estar, en nuestras casas, con nuestras familias, saliendo apenas para lo esencial.
El mundo, nuestro mundo cambió de un día para otro y no sabemos exactamente en qué condiciones vamos a desembarcar a esa nueva realidad.
¿Cómo serán las cosas?
¿Cómo van a cambiar los sistemas educativos y los sistemas económicos?
¿Qué va a pasar con nuestras vidas?
No sabemos si volveremos a ser los mismos, si conviviremos igual.
Hay hasta cierto punto miedo y el miedo nos produce inseguridad.
Si en primera instancia la prioridad fue la de salvar vidas, en la llamada nueva normalidad lo seguirá siendo, pero paralelamente hay que atender todas las consecuencias económicas y sociales que está generando la pandemia.
Indudablemente tarde o temprano superaremos su efectos, pero ¿qué haremos con el miedo?
Lo contrario al miedo es la confianza, pero el problema es cómo construir confianza en una situación como la que nos encontramos.
El único modo es encontrando fuerzas dentro de nosotros mismos, pensando que a pesar de que el mundo haya cambiado frente a nosotros seguimos aquí con el privilegio de seguir vivos, de tener la posibilidad de mejorar como seres humanos.
Las consecuencias de la pandemia también las observaremos en la composición de futuros gobiernos en todo el mundo, en las ideologías, los sistemas económicos y sociales.
Los gobiernos que más éxito tuvieron en la contención del coronavirus son aquellos con características autoritarias y es posible que la gente camine hacia ese sentido buscando seguridad, pero a costa de las libertades por las que han luchado durante décadas, incluso siglos.
La historia nos enseña que los cambios de época suelen ser traumáticos y es muy probable que estemos ante uno de esos cambios.
Vamos hacia un cambio de fondo, un cambio radical en el que tenemos que ver cómo respondemos y, sobre todo, en qué terminamos.
Esta pandemia es mucho más grave que cualquier acción terrorista, porque este riesgo lo vemos y lo tocamos con los dedos de la mano, lo sentimos, está entre nosotros. En cambio normalmente los actos de terror, como los atentados a las torres gemelas los vemos de lejos.
Indudablemente el cambio produce miedo, sobre todo si es con sufrimiento como el que estamos pasando, pero también es verdad que después de la tormenta viene la calma.
Habrá que ver qué calma es.
No lo sabemos, pero sobre esa calma tenemos mucho que trabajar y para poder trabajar requerimos controlar el miedo.
Por lo pronto les dejo un abrazo solidario con la recomendación de quedarse en casa.
Nos estaremos viendo por aquí.
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