Cada día surgen nuevos rumores sobre Kim Jong Un. El líder norcoreano está muerto. O está muy enfermo. O tal vez solo se está recuperando en su lujoso complejo o aislándose del coronavirus.
Mientras aumentan las especulaciones en torno a su salud, surge una pregunta común en espías profesionales, políticos extranjeros, académicos y curiosos por igual.
¿Qué sabemos realmente sobre el hombre que lidera Corea del Norte?
La respuesta es crucial porque las intenciones de Kim, como su todavía desconocido estado de salud, juegan un papel desmesurado en el funcionamiento del noreste de Asia, una incómoda colección de vecinos cautelosos en los mejores momentos, el hogar de dos de las tres mayores economías del mundo y un lugar donde se concentra mano de obra y maquinaria militar estadounidense.
Encajada entre goliats, Corea del Norte es una pequeña, empobrecida y extraordinariamente orgullosa nación que gracias a su fuerza de voluntad — y a un incesante culto a la personalidad construido en torno a una única familia — lleva medio siglo en el centro de los problemas de seguridad de sus vecinos.
No importa cuánto éxito logren China, Corea del Sur y Japón — y su transformación colectiva de la guerra, la pobreza y los conflictos internos en poder político y económico ha sido espectacular —, Corea del Norte y su decidida búsqueda de misiles con capacidad nuclear para proteger a la familia Kim, han hecho imposible ignorarla, tomando a la región y a Washington como rehenes de sus estrechas ambiciones.
La desaparición de Kim Jong Un
A pesar de la cobertura mediática, no hay mucho que decir.
Algunos reportes no confirmados, con muy pocas o ninguna fuente dijeron que está en un estado delicado, o incluso vegetativo, tras una operación de corazón.
El gobierno de Corea del Sur, por su parte, sostiene que parece que Kim sigue en el poder y que no ha habido indicios de que en la hermética nación haya ocurrido algo importante.
Lo que es indiscutible es que Kim no ha aparecido en público desde una reunión sobre el coronavirus el 11 de abril. Esta especie de desaparición no es nueva, pero lo que desató los rumores ahora es que por primera vez el líder se ausentó de la fiesta más importante del año nuevo coreano, el aniversario del nacimiento de su abuelo el 15 de abril.
No ha habido fotografías ni videos del líder en casi tres semanas, solo reportes de los medios estatales de que envió saludos por escrito a líderes mundiales o ciudadanos meritorios.
El hombre
Los que tratan de entender a Kim tienen un problema. Gran parte de lo que ve el mundo exterior se filtra a través de la implacable propaganda norcoreana destinada a convertirlo en el infalible parangón del liderazgo.
Si a esto le sumamos la vaguedad de fuentes, la confusión o los engaños de reportes de medios externos y la extrema dificultad para romper el ultrasecretismo norcoreano en torno a todo lo que tenga que ver con su líder, la imagen que emerge de Kim es a menudo más un mosaico que un perfil.
En Corea del Sur, es visto tanto como un demonio como como un estadista. Ha amenazado repetidamente con quemar Seúl hasta sus cimientos. También ha desplegado la alfombra roja para la visita a Pyongyang del presidente surcoreano y envió a su hermana a los Juegos Olímpicos de Invierno de 2018.
En Occidente, los retratos de Kim rayan a menudo la caricatura: su amistad rota con Dennis Rodman, el exastro del baloncesto al que supuestamente idolatraba cuando era un niño; los rumores sobre su amor extremo por el queso y los creativos métodos con los que supuestamente se deshizo de los funcionarios que cayeron en desgracia.
Luego están las sorprendentes cumbres que ha mantenido en los dos últimos años con líderes de Rusia, China, Estados Unidos y Corea del Sur.
Kim nació probablemente en 1984 y estudió durante varios años en un internado en Suiza. En un primer momento, algunos observadores alegaron que ese tiempo que pasó en Occidente podría llevarlo a impulsar reformas al estilo de China.
Pero eso no ha ocurrido por el momento, sino que ha adoptado un enfoque hacia el liderazgo muy distinto al de su padre, Kim Jong Il, quien murió en 2011.
Gobiernos y expertos externos cuestionaron inicialmente la capacidad de un hombre de unos 20 años para asumir el mando, pero Kim Jong Un rápidamente se consolidó en el poder. En 2013 ordenó la ejecución de su tío y mentor, Jang Song Thaek, quien fue acusado de traición. También se sospecha que ordenó el asesinato de un medio hermano, y posible rival, en un aeropuerto malasio en 2017.
Kim ha mostrado una creciente confianza en el escenario mundial, especialmente con la diplomacia de alto nivel que siguió a una serie de ensayos nucleares y pruebas con misiles en 2017, que hicieron que muchos temieran una guerra.
La imagen de un líder norcoreano reuniéndose con sus homólogos surcoreano y estadounidense fue extraordinaria, aunque todavía no está claro si la diplomacia resolverá la situación en la conflictiva región.
Kim inició 2020 prometiendo reforzar su disuasión nuclear ante las sanciones “al estilo pandillero” de Estados Unidos, y supervisó una serie de pruebas de armas y maniobras militares en marzo.
Gran parte de lo que suceda ahora dependerá de la salud de Kim.
A pesar de su pobreza, Corea del Norte atrae desde hace tiempo atención global por su constante y beligerante búsqueda de lo que califica de medidas de autodefensa ante la hostilidad de Estados Unidos — lo que para los críticos es una acumulación ilegal de bombas nucleares.
Existe un debate sobre si Pyongyang tuvo la intención alguna vez de entregar sus cabezas nucleares durante las cumbres con Washington y Seúl. Pero la diplomacia parece inconcebible sin Kim.
Esto aviva los temores, durante un momento de posible inestabilidad política masiva, de un regreso a las amenazas y a ensayos con armas cada vez más poderosas destinadas a perfeccionar unas armas nucleares consideradas la única garantía real del poder de la familia Kim.