Cuando uno de sus cercanos colaboradores le pidió ser el padrino de bautizo de su hijo,
Miguel Borge Martín, quien era gobernador de Quintana Roo al momento de la solicitud, demandó tiempo para planteárselo a su esposa Rosalía Janetti.
Y es que para los Borge Janetti una petición de ese tipo no es un simple requisito social, no se trata de una decisión coyuntural, sino que realmente asumen el acompañamiento y la formación espiritual en la vida cristiana del bautizado.
Esa responsabilidad la aplicó en el servicio público, especialmente durante su sexenio en el que se enfrentó a los embates de la naturaleza y del crecimiento explosivo que registró Quintana Roo en el período que le tocó gobernarlo (1987-1993).
Ciertamente la población de ese entonces era la sexta parte de los poco más de 1.5 millones de habitantes que somos actualmente. Sin embargo, los retos eran mayúsculos, sobre todo porque cuando llevaba apenas 18 meses en el cargo le tocó el embate del llamado huracán del siglo, el “Gilberto”, que devastó la zona norte del estado.
Y no fue solamente eso, sino que los árboles que tiró ese fenómeno meteorológico provocaron siete meses después los peores incendios forestales en la historia del estado. Se consumieron más de 130,000 hectáreas de selva y fue necesario aplicar aplicar una veda forestal de 20 años que el propio gobierno federal tuvo que suspender, debido a que la “mancha” urbana de Cancún pronto alcanzó las regiones vedadas y mantener esa medida significaba estrangular el crecimiento y la llegada de las inversiones que ayudaron a tener el Quintana Roo de hoy, consolidado como una válvula de escape para grandes regiones del sureste del país en el que no hay oportunidades.
La forma como Borge Martín enfrentó la situación fue determinante para levantar a Cancún que, sin la Riviera Maya y los demás productos turísticos que se ofertan actualmente, era el único sustento de Quintana Roo.
De la nada, se creó el Travel Mart de Cancún que sigue hasta nuestros días, aunque con otro nombre; se establecieron los festivales de Jazz y de cine que se dejaron morir; se puso en marcha el Festival de Cultura del Caribe, que rescató del olvido su sobrino Roberto Borge y se trajo el concurso Miss Universo 1989, con el que se mostró al mundo la espectacular recuperación de un destino turístico que postró “Gilberto”.
Decisiones claves de un gobierno que le apostó no solo al desarrollo económico por medio del impulso de la industria turística y la promoción de actividades agrícolas, sino también a la cultura y la educación, cuyo legado se refleja en la red de casas de la cultura que hay en el estado y en los museos de la cultura maya, en Chetumal y de la guerra de castas en Tihosuco.
Además, en su gobierno se abrió la mayor cantidad de escuelas preparatorias, con el fin de dar pie a la creación de la Universidad de Quintana Roo, cuya fundación visualizó desde su época de estudiante en Cozumel, de donde es originario.
Con esos antecedentes, sin duda Miguel Borge tiene la calidad moral y fuerza suficiente para salir a defender y destacar la labor de su sobrino, Roberto Borge Angulo, quien se paseaba, jugaba en la Casa de Gobierno cuando su tío era el gobernador.
Quizá sin proponérselo, allí fue donde Roberto Borge tuvo las primeras nociones de lo que necesita una entidad para desarrollarse: el empuje, planeación y decisión de su gobernador, de todo un equipo cuyos logros no pueden demeritarse por cuestiones o diferencias personales.
Reconocer los resultados de una administración, cualquiera que sea ésta, fortalece a la sociedad. Emitir calificativos para disfrazarse como un crítico, cuando es la amargura y los intereses personales los que predominan, como en el caso de Pedro Canché, no hace más que mostrar la vileza de quien emite los comentarios.
Al final, como lo ha hecho con Miguel Borge, el tiempo siempre coloca a cada quien en el lugar que le corresponde. Y así seguirá siendo.
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