El gobernador Carlos Joaquín hizo lo que recomienda un proverbio inglés del siglo XVI: perpararse para lo peor y esperar lo mejor.
Cuando se declaró la emergencia sanitaria por el COVID19 su administración había avanzado en el diseño de un plan para enfrentar un fenómeno que marcará un cambio de rumbo para la humanidad.
No era nada sencillo trabajar y menos hacerlo sobre carencias acumuladas en el sector salud durante décadas y menos con un gobierno federal titubeante, que no le daba seriedad al reto mayúsculo que ya estaba encima y que no reaccionó, hasta que en el equipo de trabajo del presidente Andrés Manuel López Obrador se dieron cuenta que la popularidad del tabasqueño de Palenque se venía estrepitosamente al suelo.
Aún así, la insensibilidad y falta de empatía social son los estigmas del Gobierno de México en esta crisis y no es precisamente por la falta de apoyos al sector productivo, sino al desdén a los predicamentos de las familias a las que, por ejemplo, la Comisión Federal de Electricidad les suspende el suministro eléctrico por no pagar el recibido.
Los principales apoyos a la población han salido de los gobiernos estatal y municipales.
Así, en ese contexto el gobierno del estado puso manos a la obra para enfrentar lo mejor que podía una crisis que jamás soñaron sus antecesores, que supera cualquier desastre asestado por el poder de huracanes.
Las imágenes del colapso de sistemas de salud de países de primer mundo se convertían en pesadías, en malos augurios para una infraestructura sanitaria que siempre ha quedado corta para las necesidades de Quintana Roo.
Sin embargo, en dos semanas la administración de Carlos Joaquín amplió en 82% el número de camas hospitalarias para atender a los enfermos de Covid 19 y en coordinación con los ayuntamientos estableció estrictas medidas para reducir la movilidad de las personas y con ello disminuir el riesgo de contagios.
Se habilitaron 760 camas que se suman a las 130 disponibles en hospitales de la Secretaría Estatal de Salud en Cancún, Cozumel y Playa del Carmen. Antes de estas acciones, sólo había 102 camas disponibles en el área Covid del Hospital General de Cancún; 10 en el de Cozumel y 18 en el de Playa del Carmen.
Incluso, en menos de diez días se construyó el primer Hospital Móvil Covid-19 en el estacionamiento del Hospital General Jesús Kumate de Cancún y pronto habrá instalaciones similares en Playa del Carmen y Cozumel.
En Tulum se está habilitando el nuevo hospital comunitario, que quedará a cargo de la SEDENA; en Othón P. Blanco se cuenta con dos unidades hospitalarias públicas, que son el nuevo Hospital Oncológico y el Hospital Militar, donde se atenderá exclusivamente a personas con Covid-19.
Así, están prácticamente habilitadas casi 1,250 camas para atender a personas enfermas de COVID19 y se cuentan con ellas justo cuando inicia la semana más crítica de la pandemia. Y lo mejor de todo, es que apenas están ocupadas el 16% de ellas.
Quintana Roo, con Cancún con principal centro de infección, es la primera entidad que entra a la parte más alta de la curva de contagios y lo hace preparado, sin la presión de que haya una saturación de la infraestructura hospitalaría.
Se hicieron preparativos para que, en el peor de los casos, haya más de 1,000 personas hospitalizadas al mismo tiempo, pero hoy en día la cifra no ha pasado de 200.
Se preparó infraestructura para lo peor, pero se está registrando el mejor de los escenarios y si todo mundo cumple con las medidas de prevención, Quintana Roo podría ser de las primeras entidades en reactivar su economía.
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