Estamos saturados de mensajes superficiales y celebraciones efímeras.
Es crucial detenernos a pensar críticamente sobre lo que estamos celebrando y, aún más importante, qué estamos dejando de lado.
Este domingo, en el aniversario 49 de la creación del estado de Quintana Roo, proliferaron entusiastas mensajes festejando lo de siempre: las bellezas naturales, la gran infraestructura hotelera de primer mundo.
Lo primero es obra del Creador y lo segundo es inversión de particulares que arriesgan su patrimonio.
Pero en política, desde siempre, se ha utilizado para ocultar las profundas carencias que afectan a nuestras comunidades.
Es indiscutible que Quintana Roo posee playas de ensueño, una historia rica y una cultura vibrante, todos elementos que merecen ser celebrados.
Sin embargo, ¿es suficiente celebrar estas joyas naturales y culturales sin abordar los problemas urgentes que enfrenta la población? ¿No se debería celebrar mejor, en cada cumpleaños de Quintana Roo, que fueron sacados de la marginación cierto número de colonias?
Los mensajes superficiales ensalzan la calidez y hospitalidad de la gente de Quintana Roo, y con razón. Pero, ¿qué pasa con aquellos que luchan contra el rezago social y económico en condiciones precarias?
Las palabras se desvanecen si no van acompañadas de acciones concretas para mejorar la calidad de vida de todos los habitantes.
Mientras se presumen nuevos vuelos y la apertura de más hoteles, es imperativo recordar que estas mejoras deben beneficiar a todos los residentes del estado.
La infraestructura en colonias marginadas merece tanta o más atención como las zonas turísticas. Las familias que luchan en la sombra de la opulencia también merecen una vida digna.
La celebración debe ir más allá de las palabras y los gestos simbólicos. Invitemos a una reflexión profunda sobre el futuro de Quintana Roo, que incluya el compromiso de abordar las desigualdades y carencias, más allá de lo poco o mucho que se logre atender con programas asistencialistas que no resuelven el fondo de los problemas.
Hace mucho, muchos años que no hay un programa de inversión pública que saque de la marginación a miles de familias, que vinieron en busca de un mejor futuro y se han topado con una realidad distinta en ciudades en las que se acumulan los rezagos.
Celebremos mejor las acciones que impulsen las inversiones productivas más allá de un cuarto de hotel o de un restaurante en la zona turística, que seguirán llegando por sí solas.
Celebremos con las acciones que beneficien de manera directa a la población y no a los turistas.
Celebremos las acciones que fomenten mano de obra especializada que permita la atracción de inversiones diversas que ayuden a salir del subdesarrollo a enormes zonas en las que los beneficios del turismo no han llegado y difícilmente llegarán.
El camino hacia un Quintana Roo con un crecimiento equilibrado requiere un enfoque integral; requiere de bases para un verdadero desarrollo que sea tangible, en el que no caben las autocomplacencias.