Hace dos semanas falleció el periodista y escritor cancunense Raúl Espoinosa Gamboa. Y digo que Raúl era –es- cancunense porque aunque Mérida fue la ciudad de su nacencia Cancún fue su hogar verdadero. No su segunda casa, no su segunda patria chica sino su verdadera tierra.
Raúl se dedicó al periodismo desde muy joven y en Cancún ejerció esta actividad en diversos medios de comunicación y fue un destacado, destacadísimo encargado del área de comunicación de la Casa de la Cultura de Cancún.
Pero además de esas tareas , Raúl escribía crónicas de diversos aspectos de la historia de Cancún. Y escribió libros sobre relevantes aspectos de la historia nacional. Dio una batalla, batalla perdida, como muchas de su vida, para que se reconociera la que a su juicio era la verdadera fecha de la fundación de Cancún. El sostenía que la fundación de Cancún debe conmemorarse el 10 de agosto, porque en esa fecha de 1971 el presidente Luís Echeverría decretó oficialmente la creación de esta ciudad.
Raúl escribió: “Persiste una confusión sobre la fecha correcta de la fundación de Cancún y sucede que muchos desconocen la existencia de dicho Decreto y por eso celebran su fundación el 20 de abril, ya que “el 20 de abril de 1970 los hombres y las máquinas empezaron a construir este sitio que es orgullo de México”. Sin embargo, como se puede constatar en el propio decreto, en esa fecha se iniciaron los trabajos para determinar la factibilidad del proyecto. Las personas que permanecieron desde entonces en el lugar fueron (y son) los Pioneros de Cancún y por eso ese día se celebra a estos, empero insistimos la fecha oficial para la fundación de Cancún es el 10 de agosto de 1971, a partir de la publicación en el Diario Oficial del Decreto que hace posible la creación de Cancún”.
Puso el tema sobre la mesa pero fue “ninguneado”, esa costumbre mexicana de ignorar a los que no pertenecen a ninguna élite.
Raúl fue una de las tantas víctimas de lo que eufemísticamente se llamó “reingeniería financiera” que echó a la calle a miles de modestos y honestos trabajadores del gobierno del Estado. A partir de sufrir esta injusticia, Raúl ya no fue el mismo, aunque siguió escribiendo. Pero la depresión se reflejó en su mirada y en su corazón. Ojala que reciba algún día el reconocimiento que su obra merece. Se lo sugiero a mis amigas Lilian Villanueva y Juanita Santín, mujeres sensibles. Raúl lo merece.
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