San José.— Todas las noches, en punto de las 20:00 horas, miles de salvadoreños de ambos sexos, de múltiples tendencias partidistas y de variada situación socioeconómica se arriman a balcones y puertas de sus casas para entonar un ruidoso cacerolazo de repudio al presidente de El Salvador, Nayib Bukele, por su política para combatir el coronavirus.
Al improvisado concierto callejero que surgió esta semana en San Salvador y en otros sitios del violento país, se suman las bocinas de miles de automóviles, en una convocatoria en redes sociales con un llamado de “hacé bulla”.
“Hay un descontento ciudadano por las acciones del gobierno”, dijo el salvadoreño Eduardo Escobar, director Ejecutivo de Acción Ciudadana, organización no estatal de la capital de esa nación dedicada al análisis sociopolítico y económico y a la contraloría social.
“Los cacerolazos y los bocinazos rechazan la gestión de Bukele por la pandemia. La sociedad civil denunció abusos y arbitrariedades con detenciones de personas por incumplir la cuarentena, aunque la Sala Constitucional las calificó de ilegales y pidió suspenderlas”, explicó Escobar a EL UNIVERSAL.
La eventual prolongación de una cuarentena decretada a partir del 21 de marzo “molestó a muchos sectores; algunos consideran acertado que siga indefinidamente, otros aducen que no podemos pasar indefinidamente así y que hay que pensar en una reapertura paulatina de actividades”, narró.
Aunque todavía goza de elevados índices de aceptación a su labor, el mandatario comenzó a percibir una creciente incomodidad por su respuesta al Covid-19.
Las audiciones nocturnas mostraron el rechazo a las medidas que Bukele ordenó para atacar al virus, con un rígido aislamiento y límites a la movilidad humana y al minimizar la influencia de la sociedad civil para auditar el uso de 2 mil millones de dólares de fondos estatales para enfrentar el golpe generalizado por la crisis en la salud.
Ante esos reclamos, y al recordar las violaciones a los derechos humanos en los 12 años de Guerra Civil en El Salvador, de 1980 a 1992, atribuidas a la extrema derecha, el gobernante tuiteó: “Los padres de muchos de los que salen a pitar mataron curas, violaron monjas, financiaban escuadrones de la muerte, saquearon nuestro país”.
Pese a que las restricciones por la enfermedad son fastidiosas, también son “la única esperanza para evitar una catástrofe sanitaria”, adujo el presidente, quien el próximo 1 de junio cumplirá el primero de sus cinco años de gestión en un entorno de constantes y fuertes choques con los poderes Legislativo y Judicial.
El mandatario desacató una resolución que la Sala Constitucional emitió en abril para exigirle cesar cualquier abuso del aparato de seguridad en la cuarentena.
Fiel a su libreto de choque, ignoró esos y otros cuestionamientos, como el reproche nacional e internacional luego de que, con tropas policiales y militares fuertemente armadas, ocupó el 9 de febrero de este año la Asamblea Legislativa para exigir la aprobación de un presupuesto de seguridad.
En desafío al “hacé bulla” del rito nocturno, Bukele pidió este jueves a la población que “si tiene tiempo hoy en la noche, no es una mala idea orar por nuestro país y la humanidad. Si puede, hágalo en familia, con los que estén despiertos. Dios nos escuchará.
“No escuche las voces que piden que levantemos la cuarentena [que es] lo único que separa a nuestro pueblo de la muerte, va más allá de la política, [ya que] el virus es implacable y no le importan nuestras leyes”, advirtió.