China, 31 de marzo.- Miles de habitantes de Wuhan, la ciudad china donde se originó la epidemia se preparan para sepultar a sus seres queridos, tras dos meses confinados.
En el cementerio Biandanshan, grupos de habitantes, desconsolados y con mascarilla, hacían fila pacientemente este martes para pasar por el control de los guardias de seguridad y de la policía, vestidos con trajes de protección, antes de enterrar bajo un cielo plomizo a amigos y familiares.
Una escena que se ha venido repitiendo estos últimos días en Wuhan.
Con la reapertura gradual de Wuhan, sus residentes han tenido una primera oportunidad de enterrar a sus muertos y de desahogarse tras la experiencia “infernal” que está viviendo la ciudad.
En Biandanshan, las autoridades, con el fin de evitar cualquier posible contagio, dispusieron a los grupos en filas, separados por vallas, y les tomaron la temperatura y los rociaron con desinfectante antes de entrar al recinto.
Algunos llevaban urnas de color rojo, negro o dorado, con las cenizas de sus seres queridos.
Muchos de los 11 millones de habitantes de Wuhan se quejaron en línea de que allegados suyos habían muerto de otras causas distintas al Covid-19 por la falta de atención médica durante la epidemia, que congestionó los hospitales.
Un hombre con una caja de cenizas indicó que era un trabajador social al que le habían encargado enterrar a un fallecido que “no tenía familia”.
Mientras se iban formando grupos en torno a las tumbas de la ladera, un hombre ataviado con un poncho protector de plástico, color azul, esperaba en silencio cerca de la entrada del cementerio, con la foto de una mujer fallecida.
Después de más de dos meses de cuarentena en casa, la vida en Wuhan y en la provincia de la que es capital, Hubei, está volviendo poco a poco a la normalidad, pese a las fuertes restricciones de movimiento y las prohibiciones de concentraciones públicas.
La imagen ofrecida por los cementerios y las funerarias muestra que una de las muchas cosas que la crisis dejó en suspenso eran los funerales.
Una de las primeras cosas que hicieron las autoridades fue precisamente aliviar esa presión, organizando un sistema por el cual se avisa a las familias de que pueden recoger los restos incinerados de sus parientes fallecidos, según las publicaciones en línea de muchos familiares.
Los familiares son acompañados hasta la tumba por cuidadores empleados para el gobierno, desplegados, según las autoridades, para facilitar el transporte, pues buena parte del transporte público de la ciudad sigue sin funcionar.
Alegando que lo hacían para controlar la epidemia, las autoridades también prohibieron la mayoría de prácticas asociadas al Festival de barrido de tumbas del próximo fin de semana, una tradición anual que lleva los familiares a limpiar las tumbas de sus ancestros para rendirles homenaje.
El nuevo proceso reglamentado de entierro, que solo permite la asistencia al funeral de un número limitado de familiares, no sentó bien entre algunos ciudadanos, que ya estaban enfadados por su pérdida.
Un hombre de 52 años, que solo dio su apellido, Zhang, declaró que creía que su padre, anciano, fue infectado cuando ingresó en el hospital tras romperse una pierna. Su padre falleció de coronavirus.