San Pascual, Santa Faustina y el mensaje de Peña Nieto

A la memoria de Raúl Espinosa Gamboa

Antes de entrar a la miga de esta sin par columna y, como deber para con una joven y agraciada lectora, se atará un cabo suelto y, por compensación, se dejará otro al desgaire. En una pasada entregas se anotó que entre los santos bobalicones del panteón católico brilla con luz propia Pascual Bailón, pero no se dio detalle sobre el santo varón y menos aún de la razón por la cual se le tilda de deficiente de entendederas o con tara en ellas.

El cabo suelo, el que como corresponde va al final del texto pues, como lo ha demostrado la experiencia, este tipo de cabos resultan enredosos en medio de la trama; el cabo también huele  a sobaco de sacerdote, pero no tiene ni de lejos la raigambre del que abre y el que, por añadidura, tiene retablo en la franciscana Iglesia de San Juan Bautista, en el colonial barrio de Coyoacán, en la señorial ciudad de México.

Su altar es pequeño, pulcro y bien alumbrado con velas de cera y pabilo, no con sucedáneos eléctricos. Como la mayoría de los santos del Medioevo, tiene rostro de bobo, aunque para sus muchos devotos su expresión es de exaltación, no de memo; es cuestión de fe, claro, pero por algo sus colegas frailes lo tenían destinado a los fogones, a la flaca cocina franciscana, que para ellos el voto de pobreza va en serio.

De inicio, el primer milagro que se le podría atribuir es ser venerado en un país donde no estuvo, y después que se le tenga por Patrono de los Cocineros de México. Como no hablamos de la plana mayor, que su potestad es otra, cabe la extrañeza. ¿Se imagina el lector un ara de San Juan Diego, tilma al viento, en Extremadura, donde cada 9 de diciembre lo festejaran con una serenata de gaitas y una merienda de jamón ibérico?

Pero son reparos que no tocan al gremio de los mexicanos restauranteros, por lo menos a los incluidos en la CANIRAC, que es la cámara que oficializó el festejo con una fastuosa comilona cada 17 de mayo. Los milagros que le cuelgan son los usuales: sanar enfermos, tener pías visiones y, en su caso, ser humilde al grado de desesperar a los propios franciscanos. No le decían Tontìn porque por entonces no había nacido Walt Disney.

¡Ah, pero falta el milagro mayor…! Resulta que al entonces joven fraile zaragozano (1540) se le había encargado cocinar y servir de comer a sus socios, lo que no habría sido problema si a la vez se hubiera dotado de bastimentos a los hornos ¿Qué hacer? Pues rezar y pedir la multiplicación de los panes en cada refrigerio y luego bailar como agradecimiento al Altísimo por los cotidianos milagros concedidos.

Sobra decir de donde le salió el mote y por qué es un santo con un bagaje intelectual muy bajo. Ya en diario contacto con el Creador,  no se le ocurrió otra cosa que pedir una extendida milagrería para rellenar la tripa de los frailes y bailar y bailar y bailar.  Se le hizo santo muchos después de muerto para evitar la presencia de sus coetáneos y que entonces el asunto fuera tomado a sacrosanta y celestial chunga.

Pero ya aquí, en territorio nacional, la estancia del singular santo no escapó al Museo de Arte Popular Mexicano, donde se exhibe una colección de exvotos alusivos al iluminado hispano en los que se leen estas coplillas: “San Pascual, San Pascualillo, tú te encargas del caldillo, mientras yo me tomo un vinillo” y la más local y jaranera “Báilame en este fogón, tú me das la sazón, y yo te dedicó un danzón…”

Cumplido el débito para con la bonita lectora que, cuando responde –que no siempre- lo hace por Angélica Díaz Ceballos, vamos a la miga. La semana pasada, don Enrique Peña Nieto ordenó a la PGR emprenderla contra los congresos de Quintana Roo y Veracruz por haber tratado de montar un “blindaje” para evitar que los mandatarios salientes encaren las acusaciones de corrupción planteadas por los gobernadores entrantes.

Más allá de la ruta jurídica que habrá de remontarse para dejar sin efecto leyes y nombramientos avalados por diputados estatales para “blindar” al aún gobernador Roberto Borge, los que fueron objetadas por los colegios de abogados, el mensaje político enviado desde Los Pinos es claro: tanto él como Javier Duarte están en la mira de la presidencia de la República y su futuro no es alentador, y eso siendo optimistas.

El proceso entablado por la PGR ante la Suprema Corte de Justicia de la Nación y sus alcances en el corto plazo, resultará benéfico para el gobierno de Carlos Joaquín González y por ende para el Estado, pero sería infantil creer que la postura de Los Pinos obedece a un afán justiciero, que los abusos de estos gobernadores se dieron por años a ciencia y paciencia de las propias autoridades federales. O qué ¿Se acaban de enterar?

El proceso a Borge y Duarte, quienes perdieron para el PRI sus respectivos Estados por su pésimo desempeño, servirá para intentar lavar la cara de un gobierno federal que es cada vez más impopular y a un partido oficial que va a la baja en todas las encuestas, incluidas hasta las que ellos mismos pagan; sus procesos servirán también para dar realce al Sistema Nacional Anticorrupción. Bueno y pulcro que es Peña Nieto.

La impopularidad del PRI es casi tan abrumadora como la de Peña Nieto. En el más reciente sondeo de la encuestadora Buendía&Laredo, la de cabecera de El Universal, se anota que el 40 por ciento de los mexicanos cuestionados nunca votaría por ese partido, frente al doce que no lo haría por MORENA y el once por ciento que tiene repelús por Acción Nacional. Al PRD no se le incluyó en la batería de preguntas.

Por lo que toca al de Los Pinos, el sondeo dice que apenas el 29% de la población aprueba su desempeño como presidente, en tanto que 63 por ciento lo reprueba. En sus comentarios en torno a la encuesta, el periodista Leo Zuckermann, anota que la marcada baja de la popularidad de Peña Nieto es coincidente con sondeos de otras agencias.

La publicación del sondeo es unos días anterior a que, en su honda sabiduría, el partido en el poder designara a Enrique Ochoa Reza, novísimo priista amigo del presidente, como su jefe máximo. Si bien la investidura cayó como balde de agua fría para la mayoría roja, ello no congeló la ironía de “las bases”, que de inmediato apodaron al personaje salido de la CFE como “el sepulturero”, vaya usted a saber por qué.

Podrá decirse mucho en contra del valioso activo del nuevo priismo, pero no de que carece de sentido del humor, pese a que este pueda ser involuntario. Sus sonoras frases en la cumbre de su discurso inicial, aun resuenan: “la corrupción es el principal problema de los partidos y el PRI debe garantizar la honestidad de sus gobernadores o exigir su destitución”. ¡Olé, que este no se conforma con Quintana Roo, Chihuahua y Veracruz!

Ya encarrilado, que no es cosa de andar con cortedades, el responsable visible del aumento de las tarifas eléctricas del país se lanzó, poderosa voz y flamígera espada desenvainada: “Hay que limpiar la casa (no se refiere a la blanca, la de la “Gaviota”, desde luego) y el PRI debe ir en contra de la corrupción, pero también (¿?) sabe y debe defender a los que son suyos. Hay que demostrar que hoy el partido está de pie”.

Es posible que en breve este partido pierda algunos otros puntos, que la imagen presidencial siga de bajada en veloz tobogán y que le pongan una real tunda en el 2018, sí, pero qué gallardo luce su nuevo presidente, que determinantes son sus discursos y qué hondo calan en el auditorio mayor del PRI. De seguro a Manlio Fabio Beltrones esto fue lo que le faltó para seguir al frente, que la enjundia nunca sobra.

Mas dejemos las altas cimas de la política nacional, para ir de nuevo a lo que tiene sabor casero: con todo y si bien por un camino retorcido, parece que don Borge y Duarte responderán por sus actos y que, para empezar, uno ya no tendrá guaruras hasta el 2025, lo que era un agravio para la comunidad estatal. Por cierto, los mandatarios dicen que acatarán lo que determine la Suprema Corte… ¿Les queda de otra?

He aquí el cabo suelto del cierre de columna: la reliquia en primer grado (ex ossibus) de Santa Faustina Kowalska, con todo sahumerio y plegarias, llegó la semana pasada a la iglesia de San José y San Patricio de Irlanda, en Chetumal, con el fin   –dicen- de aplacar los ánimos de los capitalinos, muchos de los cuales, sin siquiera haber leído a Lope de Vega, quieren dar a los políticos del patio un tropical “Fuenteovejunazo”.

Generoso como es El Escriba, se explica a los legos que en Fuente Ovejuna, rural poblado español, el populacho linchó a sus autoridades en cruel y dudoso acto de justica, para después ocultarse en el anonimato propio de la muchedumbre. “¿Quien fue? -Fuente Ovejuna, señor”. Fuera del escenario romántico, todo linchamiento es criminal, por graves que sean los agravios  reales o imaginarios que se pretendan cobrar.

No se dará aquí moral filípica a la comunidad chetumaleña por dos razones poderosas. Una, que las filípicas son aburridas tanto para el que escucha como para el que la dice y, otra, que los cabos sueltos por lo habitual son cortos y aquí se acatan los convencionalismos. Además, el hueso de la santa estará varios días en la ciudad; no hay prisa. Empero, a los morbosos se les avisa que no se trata del coxis de la mártir de Cracovia.

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