Estéticas, talleres, farmacias y tiendas cuentan con permisos para reabrir tras el desconfinamiento. Muchos negocios han tenido que adaptarse a las nuevas medidas de seguridad.
I Love Tokio Couture es una peluquería especializada en colores fantasía en Bogotá, Colombia. Su directora, Lucía Cano, empezó este proyecto hace más de 12 años diseñando la imagen de sus clientes con accesorios, tatuajes y joyería.
Antes de la cuarentena, el local contaba con 30 sillas y se atendían a miles de clientes al mes; sin embargo, a causa de la contingencia obligatoria en el país, éste permaneció cerrado durante tres meses. “[Estuvimos] sin recibir un solo centavo. Tenemos varios empleados fijos y les mantuvimos su sueldo normal, fue un esfuerzo enorme. El hecho de contar con una empresa y no tener con qué asumir los costos es muy difícil.
“Cancelaciones de citas hay muchas, porque la clienta está infectada o su familia lo está; [también porque] cerraron su edificio o no pueden salir de su barrio. Ese tema ha sido bastante complicado, pero ahí vamos”, dice a EL UNIVERSAL.
Este establecimiento tiene 45 mil 800 seguidores en Instagram y 85 mil 600 en Facebook. Lucía señala que para mantenerse vigente, las redes activas son cruciales: “Son algo que yo no dejo morir ni un solo día. Intentamos estar presentes para decirle a la gente: ‘Aquí estamos, no nos vamos a ir’”.
Con permiso de entidades gubernamentales, la peluquería se adaptó a las nuevas modalidades de salubridad para la reapertura.
“Nosotros realmente le invertimos a los protocolos de seguridad: los estilistas tienen caretas, traje y polainas. Nosotros no permitimos el uso de tapabocas de tela, sólo desechable de tres capas.
“Antes de entrar, tenemos una cabina de ozono, lavamanos, tapetes desinfectantes, así como personal que se encarga de verificar que todas las personas hagan los protocolos (…) Los puestos tienen dos metros de distancia”, afirma la dueña.
Incluso cuentan con registro de temperatura por clientes y entrevistas de seguridad.
“Todo el cambio fue impresionante, nos adaptamos muy bien para poder abrir. Muchos clientes han amado las modificaciones, se sienten seguros; no obstante, hay quienes no quieren seguir los protocolos ni están dispuestos a cuidarse, y eso sí es difícil.
“Yo no me reinventé, la empresa sigue siendo la misma, lo que hice fue adaptar un protocolo de salud para poder desempeñar un servicio. Uno está trabajando en pro de la salud de sus clientes y de las personas que están laborando con nosotros”, precisa Lucía Cano.
Otros negocios, como carpinterías, los dedicados a fabricar materiales de construcción y farmacias, han abierto en la nación.
José Farfán, quien cuenta con un taller de ornamentación en Neiva, cuenta: “Hemos trabajado normal con todos los protocolos de seguridad: lavado de manos, gel antibacterial, toma de temperatura a los empleados, desinfección de los pies, así como uso obligatorio de tapabocas.
“No sabíamos nada de cómo íbamos a seguir, era mucha incertidumbre para el futuro inmediato. [Tuvimos que despedir a] dos empleados y recortar sueldos. Afortunadamente, los recursos de reserva fueron suficientes para solventar el cierre, pero no hubiéramos aguantado si [se mantenía la situación] más tiempo”, explica. A diferencia de Lucía y José, Fernando Giraldo tiene una tienda naturista en el municipio de Cartago, la cual nunca bajó sus cortinas. “Como trabajamos a puerta cerrada, no hubo ningún inconveniente; al contrario, las ventas a domicilio aumentaron a través de WhatsApp y Facebook. Soy conspiracionista, entonces nunca creí en eso [el coronavirus] ni utilicé ningún protocolo de bioseguridad.
“Mi clientela no se fue, porque confía en todos mis procesos, entonces continué normal. Sólo usamos gel antibacterial, desinfección de pisos, de superficies, así como limpieza de productos y tapabocas para atender a las personas. No utilizamos la toma de temperatura, no lo consideramos necesario”, menciona a este diario.
Los compradores, detalla, continuaron comprando normal, “algunos incluso me preguntaban si se podían quitar el cubrebocas, y yo les respondía que sí, porque como estamos a puerta cerrada las autoridades de sanidad no miraban.
“Les decía que no había ningún inconveniente, porque yo considero que [ese insumo] es para el enfermo, no para el aliviado. Además, los supuestos asintomáticos son algo como ilógico”, manifiesta.
A pesar de que los ciudadanos tuvieron flexibilidad en algunas medidas, el Estado colombiano extendió la cuarentena del 13 de julio al 23 de agosto próximo por la alerta naranja en la capital. Hasta el momento, el país cuenta con 133 mil 975 casos positivos por Covid-19.