Ad-Ephesios
Seguimos sin aplaudir
José Enrique Velasco
Entonces, para el buen entendedor, los intereses están en conflicto. Mucho se dice que, a través de las redes sociales, la gente común conoce más, sabe más y a partir de este entendimiento, se empodera, se mete en los asuntos públicos que, contradictoriamente, habían sido privados, coto exclusivo de los poseedores de la información. Privilegio de unos cuantos.
En aquel México antiguo, en el que los mundos y universos cosmogónicos se comenzaban a fraguar, la información y el conocimiento eran dispensa de sacerdotes, brujos y chamanes. A partir de la observación y del análisis de las variables, tomaban decisiones que convenían al pueblo y por supuesto a la preservación de sus dominios y liderazgo.
En la postmodernidad que se nos desdibuja ante los ojos, el derrotero es dictado por estos novedosos chamanes diestros en macroeconomía, bolsas de valores, manejo de medios e imagen, inversiones o finanzas públicas. Y están siempre dispuestos al chac mol del sacrificio en tanto que ese México crezca. Pero el México exclusivamente suyo, el macroeconómico, el de la tecnificación, los grandes secretos y los abultados negocios, ese que nunca será del bolsillo de los menesterosos.
No hay prevención del delito, hay impunidad y después de tantas caídas y muertes se nos dice que se tapa el pozo para que el niño deje de ahogarse. “Es sano legislar contra el conflicto de interés”, acota el Secretario de Hacienda, Videgaray cuando él, su jefe y toda la pandilla están embarrados hasta el cogote, según sospecha el respetable. Vox Populi, Vox Dei.
Hasta que el debate subió de tono, hasta que la indignación y la rabia desbordaron las redes sociales y ya no hay aplausos que llenan el vano ego en los discursos oficiales, empezaron a señalar que la discusión es positiva y que se tiene que atender el tal conflicto de interés. Burda demagogia de mentes burocráticas, tecnocráticas. Explicaciones mil.
Entonces, se masculla que se requieren cambios legales para que sea obligatoria, no sólo la declaración patrimonial, también será necesario presentar una declaración de conflicto de interés para que el despreciable vulgo conozca las relaciones que el candidato a puesto público ha tenido con empresas privadas o públicas. O ilegales como el narco. Así en Inglaterra o Canadá.
En nuestra prehispanidad, los sabios y chamanes dictaban los mejores momentos para la siembra y la cosecha, la guerra y la paz, el crecimiento de las fronteras y las migraciones, muertes y nacimientos. Miraban para adentro y daban respuesta pública con absoluta autoridad, la cual era entendida por todos porque la palabra era del dominio público. Ahora el destino de millones de mexicanos depende de factores externos a su fuerza de trabajo, a su lucha cotidiana, a su moral y al buen crecimiento de sus familias.
El lenguaje está plagado de escenarios exógenos: déficit público, finanzas públicas, ingreso del sector público, reforma energética –que ha bajado mil millones de barriles de petróleo en 12 años-, proyectos “autofinanciables” como el aeropuerto, dice Videgaray y trenes que se ven como saqueos estratosféricos de la exclusiva familia política.
Los ferrocarriles de los países industrializados son subsidiados permanentemente, aquí se necesitan 50 mil 820 millones 264 mil 042 pesos del gasto público, del dinero de todos, para jugar al trenecito entre la capital y Querétaro. Por eso es impensable reducir los impuestos y maquillan la sangría diciendo que “bajar la recaudación implicaría ponerle más presión al déficit público”.
El recorte al gasto público será de 124 mil 300 millones de pesos, lo que equivale al 0.7% del PIB. Nos va a pegar en nuestra salud, nuestra educación, nuestra comida, nuestra recreación. Los salarios de los jerarcas, sospechamos, serán inalterados, a menos que se recorten los millones que acaban de subirse –información previa y privilegiada- y queden tablas.
Y como la corrupción somos todos, Peña tendrá primero que limpiar las sospechas que lo aplastan para después poder creer en las medidas anticorrupción que anunció la semana pasada. Los primeros que están obligados a sacar a la luz “los esqueletos del closet” como diría el periódico The Economist, son Peña, su señora y Videgaray.
Virgilio Andrade, nombrado recientemente Secretario de la Función Pública, (Secretaría que al parecer no está en funciones desde hace dos años) fue escogido por el mismo Peña –su jefe- para que los investigue. Virgilio ya dijo que no, que no se va a meter con las casitas de Higa.
Y los otros partidos políticos también tienen el hueserío encerrado en el closet, sus colas que les pisen, por eso están tan calladitos y como mirando en lontananza. ¿Barbas a remojar?
En fin. En vista de que la luz y la gasolina estarán por las nubes y ya es de todos sabido, entonces que no se acuse a Videgaray ni a nadie de la camarilla peñista de usar información privilegiada o de conflicto de interés, si los vemos vendiendo velas, lamparitas y bicicletas.
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