Tenemos que conversar con Cancún. Tenemos que conversar con la ciudad. Tenemos que saber sus sentimientos, sus querencias y sus sueños.
Cancún, como todas las ciudades, tiene su propio lenguaje para comunicarse. Por eso no sólo hay que prestar oídos a lo que piensa y siente sino dialogar con ella. Cancún necesita conversar con sus hijos.
Conversar es el supremo arte de la comunicación humana.
Cancún ha estado en silencio durante muchos años. Nosotros hemos hablado mucho y ella nos ha escuchado paciente. Ahora necesitamos escuchar su voz. Poner el oído en sus muros, no sólo ver sino escuchar el mensaje de sus calles, de sus piedras, de sus árboles.
Tiene muchos secretos que contarnos. No sólo somos sus habitantes, necesitamos ser más que eso. Necesitamos ser sus confidentes. Y no debemos traicionar su confianza.
Tenemos que confiarle también nuestros sentimientos reprimidos por años; decirle en voz baja nuestros pesares; y sobre todo decirle que no la hemos dejado de querer así hayan pasado los años. Juntos, ella y nosotros, resistimos y sobrevivimos a los huracanes, y juntos, ella y nosotros, vamos a vencer a los desalmados que la ofenden y día a día y que nos acechan embozados a la vuelta de la esquina.
Ya va a cumplir 50 años y todavía luce esbelta, galana y señorial. Nuestro amor la podría de sanar de sus quebrantos y quizá aliviar del desasosiego de los días turbios.
No la dejemos sola. Vamos a conversar con ella. Vamos a decirle que nos sentimos orgullosos de su historia y de las voces que la cuentan. Pero necesitamos saber su versión de los hechos. Que nos diga si somos lo que esperaba. Que nos reclame si es necesario.
Vamos a conversar con ella en cualquier sitio, a cualquier hora. Vamos a presentársela a nuestros hijos y nietos, que no la conocieron de niña mimada, la niña de nuestros ojos.
No la dejemos sola. Vamos a darle un momentos o varios momentos de nuestro tiempo. Escuchemos su palabra radiante.
Nuestro amor deberá decantarse en la añoranza del fuego de los primeros tiempos y en la emoción de los años por venir.
Quisiera decirle que los que se fueron antes de tiempo aquí siguen. Porque el tiempo para irse es una anomalía, un accidente.