La estrategia del engaño, que tanto le gusta a la gente de Carlos Joaquín González, sigue a todo lo que da después de su escabrosa renuncia al Partido Revolucionarios Institucional. Ahora quieren hacer pasar por buena una falsa desbandada priista en Quintana Roo que favorecería al candidato del PAN-PRD (en orden de registro nacional).
Es una tomada de pelo en todos los sentidos. Los voceros del candidato de la polifacética oposición –de izquierda y derecha– hablaron de mil defecciones priistas, pero los registros del PRI encuentran de ese millar sólo 69 coincidencias. ¡Menos del siete por ciento de lo publicitado!
Dado que el PRI tiene registrados 106 mil 200 militantes en Quintana Roo, esta renuncia apenas sobrepasa el 0.06 por ciento del total: Uno por 10 mil; ¡una mirruña!, pero aun si concediéramos la cifra de mil autoexcluidos, el porcentaje no levanta el uno por cada 100. Es quitarle un pelo a un gato
Dos o tres líderes más o menos sólidos: Candy Raygoza, Jesús Pool Moo, Miguel Ramón Martín Azueta, Jorge Portilla Manica y una plétora de notables desconocidos integran la “rebeldía” priista, pero que además han fallado sus últimas apuestas –ya de años– de manera rotunda.
Aquí ya no se trata de mediciones de la realpolitik, sino de bufonadas que son patadas de ahogado de quienes se dejaron engañar por la versión de que Carlos Joaquín había amarrado en el centro la candidatura priista, a contrapelo de la voluntad e influencia del gobernador Roberto Borge Angulo.
Tendrían que ser muchos más para poner a temblar a un sistema priista que ha ganado de todas y que se fortalece con su tradicional aliado Verde Ecologista de México y de la notable red de activismo del magisterio que, cuando no lo hace con el PRI, está identificado con las siglas del Partido Nueva Alianza.
Mucho tendrá que hacer la oposición frente a esta coalición en un par de meses y medio para superar al PRI, pues a la figura de su candidato ciertamente competitivo Carlos Joaquín –tenía que ser priista– hasta ahora sólo le han prendido trémulas veladoras.
Veamos, pues, qué hacen.
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