Ahora que el resentimiento, la ambición y la ceguera moral se apodera de un sujeto sin relevancia, es conveniente recordar que las bases priístas siempre se han mantenido fiel a su partido, por difíciles que sean las circunstancias. Los priístas de verdad nunca se han ofrecido al mejor postor ni han declinado en sus convicciones. En la historia política de la entidad y del país, los priístas se han mantenido en su trinchera. Un ejemplo es Carlos Herrera Avilés, fallecido hace algunos años.
Carlos Herrera fue un priísta de verdad, a diferencia de muchos que se cambian de chaqueta a la menor provocación. Llegó a Cancún en los primeros años de vida de esta ciudad. Trabajó en el primer Ayuntamiento que presidió don Alfonso Alarcón Morali, y en muchas administraciones municipales. Fue director del Fideicomiso del Patrimonio Municipal; y tuvo responsabilidades en otras áreas del Ayuntamiento.
Asimismo, fue dirigente municipal del PRI elegido por las bases. Precisamente le tocó dirigir al PRI durante el huracán Gilberto. Coordinó con atingencia y honestidad el apoyo de su partido a las colonias populares de Cancún. Fue apreciado por su don de gentes y por su congruencia.
Apartado de cargos de dirigencia partidista, nunca regateó su apoyo a su partido en diversas tareas por modestas que éstas fueran. En las campañas electorales allí estaba repartiendo camisas y volantes. Coordinaba reuniones vecinales y brindaba su participación y su experiencia para fortalecer a su partido.
Cuando el PRI sufrió traiciones de algunos de sus militantes, Carlos fue invitado a defeccionar. Pero él se mantuvo firme en sus convicciones. A pesar de que a veces los vientos no soplaran a favor, Carlos siempre se mantuvo en píe. Nunca lo sedujeron los cantos de sirena. Fue un hombre de una sola pieza.
Siempre estuvo en la trinchera que se le asignaba . No cayó en las redes de la ambición ni del chantaje político. En momentos difíciles de vida personal, agobiado por su salud quebrantada, siempre estuvo dispuesto a hacer la talacha. Nunca buscó reconocimientos de ninguna índole. Un priísta de verdad.
Carlos nunca se hizo rico. Nunca aprovechó los cargos que tuvo para lucrar. Siempre llevó una vida de honrada medianía. Trabajando de manera cotidiana en su pequeño negocio familiar.
Le dolían las derrotas de su partido, porque él sabía que eran producto de la traición de algunos militantes desagradecidos porque tuvieron oportunidades de cargos de elección popular que él no tuvo, a pesar de sus merecimientos.
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