Violencia, muertos, ajusticiamientos, crimen común y delincuencia organizada, desde impunes y despiadadas golpizas entre vecinos hasta lluvias de plomo por doquier son los temas que inundan las páginas de los periódicos y acaparan las ondas hertzianas de los medios electrónicos de nuestra entidad.
El sábado en estas páginas decíamos que la omisión –y se presume, hay que decirlo, la colusión y hasta la complicidad– de los gobiernos estatales precedentes en Quintana Roo con los grupos criminales, la desviación y sustracción de recursos económicos públicos para fines distintos a los que los pusieron en las arcas, en muchos casos “etiquetados” para seguridad pública, prevención del delito y procuración de justicia, y la ineptitud de las autoridades gubernamentales en estos menesteres nos tienen a lustros, muy lejos de alcanzar por lo menos condiciones de igualdad en la lucha contra la delincuencia, incluso la más común, la que engendra al “caquito” que, acicateado por el hambre que sufre su familia, le arrebata la cartera a la señora que iba al mercado, justamente, a comprar unos gramos de alimento para sus hijos.
Pero no debemos confundirnos: la “herencia maldita” de gobiernos malos y corruptos no obsta para que quienes alegremente se pusieron la camiseta de autoridad el 25 de septiembre del año pasado actúen en pos de soluciones.
El secretario de Seguridad Pública Rodolfo del Ángel Campos reveló que las condiciones en las que se encuentran las corporaciones del estado y los municipios son desastrosas. Bien. Los quintanarroenses acusamos de recibida la queja, pero ahora preguntamos cómo lo va a resolver, pues para eso está ahí.
El fiscal general Miguel Ángel Pech Cen, quien por aquella historia de su efímero antecesor Arturo Álvarez Escalera, incluido en el famoso “paquete de impunidad” de Roberto Borge Angulo, no se hizo cargo de la instancia ministerial desde el comienzo de la actual administración, tampoco debe sentir que por el cochinero que heredó tendrá patente de corso in saecula saeculorum: la ciudadanía, por más simpatía y comprensión que sienta hacia el nuevo gobierno, demanda soluciones a la voy de ya.
El problema es, pues, que sigue la tóxica mata de la delincuencia dando sus frutos, que son incluso muchos cadáveres humanos, y ya nadie quiere seguir viendo esos escenarios tintos en sangre por todas partes.
De espanto, las cifras de ese primer bimestre. Estamos de acuerdo: son más culpa de la descomposición de un par de sexenios que de lo que se hace o deja de hacer hoy, pero igualmente significan algo que a la sociedad quintanarroense le urge dejar, junto a payasos tenebrosos, muñecas diabólicas y lloronas asesinas, en el baúl de las pesadillas.