Algunos creen que la revelación que acaba de hacer el The Wall Street Journal sobre las serias implicancias de prominentes líderes venezolanos con el narcotráfico -es el caso específico del presidente de la Asamblea Nacional, el general Diosdado Cabello- no es algo que deba causar asombro ni preocupación; sin embargo, sí lo es porque se trata de una información muy seria que estaría desnudando pruebas irrefutables de que sería la cabeza de un verdadero cártel de la droga que opera a sus anchas en el país llanero.
Estados Unidos le puso el ojo desde hace ya buenos años en que paciente y detenidamente ha venido siguiendo los pasos de gentes del chavismo inmersos en el afrentoso negocio del tráfico ilícito de drogas. Es verdad que ninguna de las investigaciones apunta al presidente de Venezuela, Nicolás Maduro; pero nadie puede asegurar que desconozca esta realidad que se acaba de delatar.
Si acaso estuviéramos al frente de una Venezuela que por sus gobernantes se involucra en la droga, no creo que Washington se quede de manos cruzadas. Lo vimos cuando invadieron Panamá en 1989 para llevarse preso al gobernante Manuel Antonio Noriega al frente del país desde 1983.
En esa ocasión, Estados Unidos adujo su involucramiento en narcotráfico y blanqueo de capitales. La puntería, ahora puesta en Cabello, el número tres del chavismo, que no fuera escogido por Chávez para que lo “suceda” en el poder, y que según algunos reportes estaría mostrando sus diferencias sustantivas con el propio Maduro, está contribuyendo a que se vuelva cada vez más vulnerable la gobernabilidad en ese país.
En ese contexto, Washington podría extender la lista de personas que serían objeto de sanciones. La referida información periodística debe haber provocado mayor hermetismo en el Gobierno y este buscará, no sabemos cómo, una sustentada y razonable explicación para revertirla.