20 de abril de 2022
El audio que ha sido revelado, en el que Jorge Emilio González, líder del PVEM, se molesta con Laura Fernández mientras está leyendo un whatsapp de ella en diciembre del 2021, y en el que hace señalamientos poco afortunados en contra de la candidata a gobernadora de Quintana Roo, es una muestra del autoritarismo violento en el que vive instalada la clase política en México.
¡Aquí se hace lo que yo digo, y si no lo haces te vas a la cárcel, pierdes tu trabajo, la vida, o por lo menos te llevas un buen trancazo!, se lee entre dientes, mientras JEGM repite: “es una hija de su puta madre”.
También lo es la actitud de Yensunni Martínez, presidenta municipal de Othón P. Blanco, que eliminó de su camino a la presidencia a Luis Gamero en 2021, acusándolo de violencia política de género, y que ahora ha intentado hacer lo mismo con Laura Fernández Piña.
La moraleja en este segundo caso, es que “lo que me estorba, lo elimino”, utilizando los recursos que tenga disponibles para hacerlo.
La reacción de los voceros informales de Mara Lezama, mofándose de Laura Fernández, por hacerse la indignada, no sólo muestran una oportunidad perdida para cerrar el hocico, sino que avalan la violencia política autoritaria de los poderosos, y tratan de trasladarla a la opinión pública: “la rival de mi mecenas, es mi enemiga y por lo tanto debe ser ridiculizada, ninguneada y acusada de lo que haya o no haya hecho”.
La violencia política en Quintana Roo es real. No es un invento, ni imaginación de personas que tratan de victimizarse. Lo señalé en columnas anteriores, si tienen la atención de releerlas, encontrarán el argumento en ellas. Existe una consigna de Estado de que en Quintana Roo debe ganar Mara Lezama, y todo el aparato está volcado en función de ello.
¿Transformación de la forma de hacer política en México? Eso no existe. La violencia, el autoritarismo, y la compra de votos está más presente que nunca. La 4T no sólo no ha cambiado nada, sino que no lo ha intentado, y se ha regresado a un México en el que se ha agravado esa violencia en razón de diferentes motivos.
Una de las muestras más evidentes de ello en Quintana Roo, es la reciente tercera “conversión” masiva de priistas en la fe verdadera del morenismo (la primera fue en 2017, y la segunda a partir de 2018). El alineamiento masivo de la práctica totalidad de la clase política borgista y joaquinista en militantes o activistas de la 4T es un claro ejemplo de que el poder tradicional sigue vivo, y que vivir fuera del presupuesto sigue siendo un error para mucha gente.
Las elites, son las elites, y mandan. El pueblo es el pueblo, y obedece. Hay una cierta lógica en los líderes ejidales o de comunidades pequeñas, en desconfiar de la clase política, y en vender su apoyo al mejor postor. Sin embargo, no cuentan en que siempre serán los que tienen el recurso para comprarlos, los que van a estar mandando, y que ello les anula. El poder económico de las elites, mata la democracia, las ideas y la posibilidad de que el pueblo sea tomado en cuenta. A ello, lamentablemente, contribuimos todos con nuestras actitudes.